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La palabra más leída en la prensa en esos días informativamente sosos ha sido atronador. Y todo porque el redactor o redactores del discurso del Rey utilizaron ese adjetivo para que el Monarca denunciara -a su manera, que no es manca- el clima político que hemos vivido en España desde el 23 de julio del 2023, cuando Sánchez -sin que el PSOE fuese el más votado- se hizo con las llaves de la Moncloa. Tampoco parecía que fuese para tanto: aquí en Balears el señor Antich -ahora metido a articulista- y la señora Armengol hicieron lo propio en dos ocasiones, dos, y la de Inca lo hubiese hecho una tercera de no habérselo impedido la aritmética parlamentaria, que es muy suya.

Ensordecedor, estruendoso, estrepitoso, retumbante, estentóreo, aturdidor, estridente, fragoso, ruidoso, horrísono. Cualquiera de esos adjetivos hubiese servido a los discurseros reales pero eligieron el de atronador, que es que suena muy bien. Un servidor -que algo sabe de eso- hubiese preferido tronante, que según el Diccionario de la Lengua Española significa: «el que truena». Pero claro, esa palabra planteaba un interrogante: ¿Quién, realmente, truena en la España de Sánchez, la que va cómo un cohete? ¿El presidente? ¿Su costilla Begoña? ¿Feijóo o el desmadrado Abascal? ¿Seremos por ventura, los tronantes, aquellos dedicados al periodismo de opinión? O serán quizá los miles y miles de amateurs que día a día vierten sus bulos, mentiras o exageraciones en esa locura de las redes sociales y que están arruinando a los plumillas profesionales? La ciudadanía, l’amo en Biel i madò Maria, no truena sino que trina. Y con sobrados motivos, aunque eso solo lo dicen los que no leen The Economist más algunos vejestorios que nos negamos a que nos calle la poca el atronador clima político denunciado por Felipe VI.

Un columnista habitual de la casa, muy reputado, escribía uno de esos días que su Majestad es de derechas, que sus discursos están en la linea del PP o -mucho peor- de Vox, partido por cierto que no ha dicho palabra alguna respecto al sermón real. Otro -de prestigioso segundo apellido ascendiente de Mallorca- dice que echó en falta referencias a la tradición cristiana, tan propia de esos ibéricos lares. Un servidor, qué quieren que les diga, se conforma con que don Felipe no me suelta una bronca, como hizo un día de octubre de hace unos años. Los truenos, detrás de las montañas, si le place, señor.