«Con los puntos que me han puesto en la cabeza podría ganar la
liga». Fernando Monterde no pierde la sonrisa. Pese a su juventud
"tiene 18 años", ha demostrado una sorprendente madurez para
superar un accidente que le podría haber marcado el resto de sus
días o que, en el peor de los casos, habría significado su muerte.
Fernando es uno de los cientos de motoristas isleños que a lo largo
del año pasan por los quirófanos al borde de la muerte por no
llevar casco o portarlo de forma indebida. Es uno más, pero al
menos ha reaccionado: «De ahora en adelante no llevaré un casco;
llevaré tres».
El pasado 17 de septiembre Fernando circulaba a bordo de su
ciclomotor por El Portixol. Se dirigía a un hotel de s'Arenal, en
donde trabajaba como ayudante de cocina. Portaba casco integral,
pero no lo llevaba sujeto por la correa. A la altura del cruce
entre El Molinar y la autopista una furgoneta salió del
aparcamiento y el joven se empotró contra una de las ruedas. «No lo
recuerdo mucho, pero sé que llevaba el casco sin atar y del impacto
me salió disparado», cuenta la víctima. A continuación cayó sobre
el asfalto, violentamente, y se deslizó durante varios metros,
apoyado sobre su oreja derecha. El apéndice le quedó colgando y
Fernando permaneció sobre el asfalto, semiinconsciente y con
espasmos. Ahora todo dependía de la asistencia médica. Los
sanitarios del 061 lo estabilizaron y lo trasladaron hasta la
clínica Rotger, en donde el doctor Beud «obró el milagro».
El cirujano invirtió más de tres horas en reconstruirle el
rostro; primero limpió los restos de asfalto que habían abrasado la
cara del muchacho, luego le cosió la piel y le trató el entorno del
ojo derecho, que había resultado muy afectado. Lo más complicado
fue colocarle de nuevo la oreja. El rostro de Fernando, días
después del traumático accidente, reflejaba en toda su crudeza la
dimensión de lo ocurrido y dejaba entrever lo cerca que estuvo de
la muerte.
El láser será el siguiente paso al que deberá someterse y aunque
es consciente de que le quedarán secuelas ha sacado conclusiones:
«Este es mi tercer accidente de moto y hasta ahora he tenido mucha
suerte. Cuando choqué en El Molinar no iba rápido, quizás circulaba
a 60 km/hora, pero rodé por los suelos y me podía haber pasado
cualquier cosa. No sé si mi caso servirá para concienciar a
alguien, pero ahora veo las cosas de otra manera. Es dramático que
muchos jóvenes no lleven casco sólo porque no es estético o porque
hace calor», reflexionó.
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