Sobre las cuatro y cuarto una llamada telefónica alertó al
servicio sanitario del 061 de que un joven yacía sobre la calzada
aparentemente muerto, a la altura del edificio Antolín de la calle
Juan XXIII. Cuando los sanitarios llegaron la víctima ya había
fallecido y de inmediato se movilizó a la Policía Local y luego a
la Guardia Civil, que se hizo cargo de la investigación. Según las
primeras informaciones recogidas Manuel Cristóbal llegó de
madrugada a aquel edificio y se encontró con que no llevaba llaves
para entrar en la casa de un amigo.
El muchacho, de acuerdo con la reconstrucción de los hechos,
subió hasta la terraza y de allí se descolgó por el cable de una
antena hasta el balcón de uno de los pisos. La conexión, a
consecuencia del peso, cedió y la víctima se precipitó al vacío.
Toda la secuencia fue presenciada por el compañero de casa, que
enseguida dio la voz de alarma y pidió ayuda. El fallecido era
natural de Granada y trabajaba como camarero en un restaurante del
Port de Pollença.
Los vecinos del edificio Antolín confirmaron que durante la
madrugada la finca fue un hervidero de policías, guardias civiles y
sanitarios y añadieron que conocían poco al infortunado. Estas
personas explicaron que el cuerpo de Manuel Cristóbal fue hallado
en el patio de una casa, ya sin vida, poco antes de las cinco. El
amigo de la víctima, y único testigo presencial, declaró ante los
investigadores y contó lo sucedido.
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