La Audiencia de Palma ha condenado a cuatro años y tres meses de
prisión a un empresario del negocio náutico, cuya actuación provocó
una estafa de más de 200 millones de pesetas. Se trata de José Díaz
González, en la actualidad en libertad, que ha sido declarado
culpable de un delito continuado de estafa. El tribunal no concreta
la indemnización que deberá hacer frente para pagar a los
perjudicados, que se señalará en fase de ejecución de sentencia,
pero ronda más de 200 millones de pesetas. El acusado es en la
actualidad gerente de otra empresa de Palma.
José Díaz González desempeñó el cargo de administrador único de
las empresas «Falmar Mallorca S.L.» y «Náutica Falmar S.L.». Ambas
empresas se dedicaban a la compra, venta y reventa de embarcaciones
deportivas. La primera sociedad representaba en exclusiva un
reconocido astillero británico. La segunda, en cambio, representaba
a un constructor de barcos de Estados Unidos. La sentencia explica
que la situación económica de las dos sociedades que dirigía José
Díaz era caótica. Como ejemplo, en sólo dos años de gestión
arrastró unas pérdidas de más de 720 millones de pesetas.
En lugar de declarar la quiebra de las sociedades, el acusado
ejecutó un plan que concluyó en esta serie de estafas. Así, a
mediados de 1994, el acusado acordó con un cliente que le vendería
su yate. Suscribió un documento privado con el dueño, en el que la
empresa adquiría la embarcación, pactando un precio de 17.5
millones de pesetas. El pago se haría aplazado a través de tres
pagarés. Sin embargo, el acusado vendió el barco y después se quedó
con todo el dinero.
Otro de los clientes más perjudicados fue un médico de
Valladolid, ya fallecido, que estaba dispuesto a comprar un barco
de 50 millones de pesetas. El cliente pagó una cantidad a cuenta y
después firmó una serie de letras a pagar en los meses siguientes.
El barco se le debían entregar en el mes de noviembre. El acusado,
en vez de esperar los plazos de las letras, las cobró por
adelantado y el dinero no lo destinó a solicitar una embarcación,
sino que se lo quedó para él. El cliente, cansado de que el barco
no se le entregara, desistió de la compra, pero ello no evitó que
el banco actuara contra él, porque el acusado no le devolvió las
letras.
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