Hace un año que informamos de la masiva presencia de prostitutas de
color en las Avenidas, de los problemas que se generaban y de los
conflictos futuros que se avecinaban. Desde entonces colectivos
vecinales se han movilizado, se ha reforzado la presencia policial,
colocado barreras, cerrado calles al tráfico, pero el problema ha
ido en aumento. Las prostitutas o, mejor, sus proxenetas, se han
dado cuenta que Palma es para ellos un lugar idóneo y ante la
llegada del verano se han puesto en contacto con sus colegas que
estaban en Canarias para que vinieran.
Y Aquí están. Ya son centenares y después de un completo estudio
de marketing la mayoría de las chicas negras se han apostado en la
Platja de Palma. Los hoteleros se han puesto en pie de guerra y
están dispuestos a movilizarse. En fin, que el conflicto está
servido. Para mí la problemática tiene varias lecturas. La primera
es que este Gobierno, como el anterior, se centra mucho en los
derechos de los presuntos pero se olvida de la víctimas, en este
caso los citados turistas, hoteleros y gente obrera que alquila o
ha comprado un apartamentito en la Platja de Palma para
descansar.
Otra reflexión es que, evidentemente, no habría tantas
prostitutas si no hubiera tantos clientes y la última es que, nos
guste o no, lo que está ocurriendo de la Platja de Palma no es una
casualidad, es el fruto de continuos desaciertos a lo largo de los
años. Pero a lo largo de la semana ha habido otras noticias: una
mujer fallecida en accidente de tráfico frente al cementerio de
Porreres; un obrero que murió electrocutado en s'Illot, dos
incendios urbanos en Palma y la detención de una sospechosa de
haber provocado diez incendios forestales en s'Arracó.
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