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Veinte chicas nigerianas que abastecían de comida y ciertos lujos a sus proxenetas ejerciendo la prostitución callejera en Palma están ya en centros de internamiento de Murcia y Barcelona. Si todo sigue su curso previsto, en menos de 40 días serán devueltas a su país y, quién sabe, quizás a medio plazo estarán de vuelta en el Viejo Continente. De momento, está claro que nos hemos quitado de encima un problema. Colectivos vecinales se han movilizado y las autoridades han encontrado la manera de responder a las quejas. Pero estaría bien que la situación se viera desde perspectivas más globales, y que tampoco nos olvidáramos de la parte humana.

Con respecto al primer asunto está claro que ahora mismo Mallorca está repleta de extranjeros de las más diversas nacionalidades que han venido con la única y exclusiva idea de delinquir. No son tan vistosos como las 'putas negras', o las negras que hacen de putas, pero ahí están, como la puerta de Alcalá y, cuando se les detiene, generalmente quedan libres y hasta ahora nadie les envía a un centro de internamiento. Jesús Cardenal se ha pronunciado al respecto y pide a los fiscales que agilicen los trámites tanto para la expulsión como para los internamientos. La parte humana es la que más duele y me temo que ésta no tiene solución. Me refiero sobre todo a las prostitutas callejeras.

Cuando las vemos ante nuestras casas protestamos y queremos que alguien se las lleve. Todo correcto, pero nadie se plantea que muchas de ellas son personas que necesitan ayuda y hasta ahí ya no llegamos. Si mañana leemos en las noticias que cientos de personas han sido masacradas en un país de Àfrica, por ejemplo, a lo más frunciremos el ceño y después seguiremos con lo nuestro, porque ése es el espíritu que impera en nuestra sociedad. Sigamos pues, porque a lo largo de la semana hay que destacar un ciclista muerto por atropello y la intervención de una tonelada de cocaína en la isla de Eivissa.