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El centro de menores de Es Pinaret, en Marratxí, se ha convertido en los últimos meses en un auténtico «polvorín» y el pasado sábado de madrugada cuatro patrullas de la Guardia Civil tuvieron que intervenir para que varios jóvenes, uno de ellos armado con un punzón, depusieran su actitud violenta. De acuerdo con las fuentes consultadas, en la madrugada del sábado al domingo varios internos del centro exigieron la presencia de un médico para que les facilitara algunas pastillas. Se trata, al parecer, de toxicómanos en proceso de desintoxicación y se encontraban muy alterados. El facultativos se presentó en el recinto y extendió algunos medicamentos, pero poco después los muchachos pidieron que regresara. Los cuidadores se negaron y allí empezó el motín.

Por añadidura, la relación entre la dirección del centro y la empresa privada de seguridad que vigila Es Pinaret no es precisamente buena, por lo que los vigilantes se negaron a actuar alegando que los internos podían tener acceso fácil a herramientas o útiles con los que luego confeccionaban armas. La situación fue degenerando y los amotinados "al parecer dos menores de 17 años de edad" destruyeron el mobiliario de una sala, en un estado de gran excitación que provocó que los cuidadores decidieran pedir la ayuda de la Guardia Civil. Una docena de agentes se desplazó con prontitud a las instalaciones de Marratxí y en primer lugar se entrevistó con los responsables del centro para conocer cuál era la situación real en el interior y la naturaleza del problema.

Luego, cuando quedó claro que los amotinados eran una minoría y que supuestamente no contaban con armas, dialogaron con ellos y consiguieron que se calmaran. Sin embargo, uno de los jóvenes, el más violento, esgrimió de repente un punzón casero y se enfrentó a la Guardia Civil y a una educadora. Uno de los agentes, por fortuna, pudo reducirlo y así evitó que el incidente pasara a mayores. El muchacho no fue detenido ni trasladado a la Comandancia de Palma y quedó ingresado en una sala especial de Es Pinaret, bajo intensa vigilancia.

El día a día en el recinto de Marratxí no es del todo fácil, sobre todo últimamente. Los motines como el del sábado no son una excepción y la frustración de algunos educadores es palpable. Los turnos incluyen dos o tres vigilantes, cuya situación también es especialmente difícil. Todas estas circunstancias han puesto de nuevo a Es Pinaret en el ojo del huracán y el panorama que se avecina no es más alentador.