En los pisos superiores de su vivienda vivían sus dos hijos, un
joven de unos 27 años y una mujer de 32. Precisamente su hija le
había hecho abuela por primera vez hace diez meses y sus allegados
cuentan que Margarita era, después de años de sufrimiento a causa
de su separación, «una mujer plenamente feliz». Desde hacía poco
tiempo se veía con Jordi, con el que mantenía una vieja amistad. El
martes por la noche la cocinera cenó y estuvo con sus hijos hasta,
aproximadamente, las once de la noche.
Al día siguiente tenía libre y Jordi irrumpió en su casa pasada
la medianoche, con la intención clara de matarla. Margarita, que le
franqueó la puerta sin sospechar nada, fue asesinada sobre la cama
de su dormitorio, de seis puñaladas, una de las cuales le atravesó
el corazón y le ocasionó la muerte.
La calle Major se encontraba en calma absoluta a esas horas y
nadie escuchó o vio nada extraño, incluso cuando Jordi salió de la
casa, con las ropas ensangrentadas, y se subió a su coche Ford
Mondeo con la intención de suicidarse. Minutos antes había
intentado quitarse la vida clavándose un cuchillo en el abdomen,
pero se asustó y la herida que se infligió delante del cadáver de
su amiga no fue muy profunda, al menos no lo suficiente para
causarle la muerte.
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