En algunos casos, las víctimas eran obligadas a practicarle
felaciones y en otros fueron forzadas a desnudarse íntegramente y
las sometía a tocamientos en sus genitales, casi siempre bajo
amenazas de muerte y esgrimiendo una navaja. Este individuo, en el
año 1987 ya fue detenido por la policía en Palma y puesto a
disposición judicial acusado de cometer una veintena de agresiones
sexuales y violaciones, también a niñas y el juez ordenó su ingreso
en prisión. La Audiencia de Palma le condenó en julio de 1990 a 69
años de cárcel por 18 violaciones o agresiones sexuales a
niñas.
Durante los últimos 13 años ha cumplido condena en la cárcel de
Palma y en otra de la Península. En aquella ocasión las víctimas lo
bautizaron como «el sádico del ascensor». A mediados de 2000 quedó
en libertad. Poco después de salir de prisión, empezó a cometer de
nuevo otra oleada de agresiones sexuales o violaciones, contra
menores, siendo más de 30 las víctimas en total. Tal y como
adelantaba Ultima Hora en su edición de ayer, ha sido reconocido
por las víctimas de la mayoría de las agresiones cometidas desde
mediados de 2000, así como por otros testigos. Desde la Dirección
General de Policía se matizó que las dificultades en la
investigación y el esclarecimiento de esta clase de delitos se debe
fundamentalmente a la corta edad de las víctimas, y al trauma que
sufren. A su vez, la investigación se vio dificultada por el hecho
de que las agresiones sexuales se han cometido en un gran número de
zonas de Palma, tales como es Camp Rodó, Pere Garau, Polígon de
Llevant, Son Espanyolet o Platja de Palma, entre otras.
El violador se desplazaba a los lugares de actuación con un
ciclomotor y cuando había elegido a la víctima la seguía a una
distancia prudente y entraba en la finca detrás de ella. Una vez
que los dos estaban dentro del ascensor, se apresuraba a apretar el
botón del último piso y, unas veces en el cuarto de máquinas del
ascensor o entre éste y la terraza, las obligaba a desnudarse y
consumaba la agresión sexual. El sospechoso reconoció que casi
siempre actuaba con gafas de sol para evitar ser reconocido, pero
las arrojó a un contenedor de basura cuando vio el retrato robot
que publicó este periódico.
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