Anita Taillandier, la viuda de Jaume Fuster, denunció que su esposo estaba enfermo y no podía defenderse.

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Las investigaciones sobre el crimen han sido complejas, sobre todo porque no había testigos de la brutal agresión. En un principio se barajó la posibilidad de que Jaume Fuster, que tenía 69 años y vivía a caballo entre Mallorca y París, hubiera sido atacado por dos delincuentes, que querían robarle el coche.

Un mes después de su fallecimiento parece claro que quién le propinó los golpes que a la postre fueron fatales fue un individuo solo. Y en este tiempo los investigadores de la Policía Judicial se han centrado en descubrir su identidad, y ahora las diligencias han dado su resultado y ya se conoce la filiación del principal sospechoso. De momento, con todo, no se han practicado detenciones, aunque la Benemérita está estrechando el cerco entorno a esta persona y en los próximos días se podrían producir novedades significativas.

Jaume Fuster tenía un precario estado de salud y el pasado día 4 de octubre bajó a la calle desde su apartamento de Cala Rajada. Quería fumar un pitillo, y había olvidado el tabaco en su coche, un Peugeot 206 que estaba aparcado en la Avenida de América, junto al mar. De acuerdo con la reconstrucción de los hechos llevada a cabo por los investigadores del caso, Jaume Fuster fue atacado por la espalda cuando saboreaba el cigarrillo, y no tuvo ocasión de defenderse. Recibió numerosos golpes y uno de ellos le fracturó la mandíbula.

El hombre quedó conmocionado y fue trasladado hasta el Hospital de Manacor, con pronóstico grave. De ahí, los médicos lo enviaron a Son Dureta, donde fue intervenido aparentemente de forma satisfactoria. Su evolución fue tan positiva que incluso recibió el alta facultativa, cinco días después. La recuperación, empero, era engañosa y de improviso sufrió una hemorragia cerebral, que le obligó a regresar al hospital.