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La vida de María Prados no ha sido, precisamente, un camino de rosas. Se casó en 1996, tras un corto noviazgo, y cuando estaba embarazada de su primer hijo recibió dos bofetadas de su marido. El motivo: no había preguntado a su suegra por su salud.

Desde entonces su calvario fue en aumento. «Lo primero que hace un maltratador es preparar el terreno y para eso te anula psicológicamente. A mí me hizo creer que no sabía ni leer, ni escribir, ni nada. Y ya ves, ahora saco adelante a mis hijos yo sola», relata. María, que tiene 31 años, vivió su particular infierno en Jaén, hasta que en abril de 2002 «sufrí la gran paliza». Tras salir del hospital, aún magullada y con la moral por los suelos, fue enviada a una casa de acogida de Huelva, con sus dos hijos que ahora tienen 4 y 2 años. La vida en el centro no era fácil y se propuso el gran salto: viajar hasta Mallorca e iniciar una nueva vida. «Tenía a mi hermano aquí y nos metimos nueve en un piso. Al final conseguí uno de alquiler, pero luego murió mi hermana en accidente de tráfico y mi padre. Salir adelante en estas condiciones es muy penoso, pero no te quedan más opciones», opina. En la actualidad mantiene a los niños y a su madre con 700 euros al mes (de los que 500 se le van en el alquiler): «limpio casas los fines de semana, porque si no ya me dirás».

Desde la separación su ex marido viaja a Mallorca cada dos meses para ver a los hijos. El jueves, tras un juicio largo, María recibió la noticia de que el Juzgado de Instrucción número 1 de Jaén condenaba al maltratador a un año de prisión. «En principio debería estar contenta, pero como no tiene antecedentes no irá a prisión. Si ahora yo doy la cara es porque no sé qué me pasará en el futuro y para que los políticos y jueces sean conscientes de lo injusta que es a veces la ley».