Gerth y Veronika sólo tenían en común que eran extranjeros
residentes en Mallorca. Uno vivía en un velero del Port d'Andratx;
la otra, en un apartamento de alquiler de Cala d'Or. Y en sólo
cinco días de enero el alemán y la eslovaca han tenido el mismo
destino: morir a manos -supuestamente- de sus respectivas parejas
sentimentales.
El año no podía arrancar peor, sobre todo teniendo en cuenta que
2004 registró una estadística de crímenes insólitamente baja. En el
año 2000 el mes de enero también fue sangriento, mientras que en la
década de los 90 los meses tradicionalmente negros eran los
comprendidos entre julio y septiembre. «Las estadísticas son sólo
eso, estadísticas. No sirven de un año para otro. Tampoco se puede
explicar por qué este mes de enero ha empezado tan mal», opinó ayer
un mando de la Guardia Civil consultado por este periódico. De
momento, y al margen del drama que representan estos dos
fallecimientos, también se pueden extraer conclusiones desde el
punto de vista policial. Una de ellas es que las dos muertes
violentas del Port d'Andratx y de Cala d'Or se han esclarecido en
un tiempo récord, y los dos presuntos asesinos están ya a
disposición judicial. El caso de Gerth Möller era el más claro de
los dos. El empresario alemán residía en un velero de lujo llamado
«SY Kandahar» y hace algunos meses rompió con su compañera de los
últimos 13 años, Silvia S. El miércoles 12 de enero su cadáver
degollado fue descubierto en uno de los camarotes. A escasos metros
de él, en otra cama, yacía su ex novia, en estado crítico. La
primera hipótesis de que alguien los había atacado se desvaneció
enseguida. Las pruebas apuntaron a Silvia, que tras el crimen había
intentado suicidarse. La investigación de la Policía Judicial de la
Guardia Civil fue frenética y el equipo del capitán Del Amor
trabajó a destajo, día y noche. Ahora, Silvia sigue en Son Dureta,
recuperándose de sus heridas, y el caso, a nivel policial, está
aclarado.
Cuatro días después, el domingo 16, la historia se repetía. El
lugar: Cala d'Or. Veronika Kovaloska, una atractiva eslovaca,
apareció muerta a la entrada de su apartamento. Su novio, Pedro
Antonio C.Q. no dejaba de sollozar: «¿Por qué lo has hecho?», «¿Por
qué te has tirado?». El joven de Jaén intentaba despistar. Pero el
lamentado suicidio de la extranjera no se sostenía. Y la Guardia
Civil receló desde el primer momento, hasta el punto de que Pedro
Antonio C.Q. quedó detenido. El resultado de la autopsia desmontó
su versión y acabó con él entre rejas. Durante el interrogatorio se
derrumbó y confesó que la había golpeado con una piedra. Luego
incurrió en múltiples contradicciones.
Silvia y Pedro Antonio son una cara de la moneda; Gerth y
Veronika, la otra.
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