Dicen que siempre cuentas la misma historia./ Es lo que esperan todos, se sienten mejor./ Que tu papá murió por quemar la iglesia./ Que tu desdicha es castigo del Señor./ Eres tonto Simón, y no tienes elección...». («El Tonto Simón», de Radio Futura).
Es para mí un placer estar de nuevo con ustedes y les confieso que hoy es un placer especial. Hace años que nos conocemos de una u otra forma. Con algunos de ustedes he mantenido contactos telefónicos, con otros mediante carta, a veces a nivel personal y/o con el correo electrónico. Entre otras muchas cuestiones les he dicho que me siento especialmente motivado cuando puedo escribir de ese tipo de personajes que gozan de un estatus especial ante la sociedad, que han sido homenajeados, reverenciados y adulados por una pléyade de «nuevos ricos» pero que, en el fondo, no son más que sepulcros blanqueados. Gigantes con pies de barro que han amasado sus grandes fortunas con la explotación sin límites de los obreros/as.
Hecha esta introducción paso ya a decirles que hoy opino de la familia, o el clan, de los Barceló. Pienso que se trata de personajes que, por lo menos en ocasiones, no dicen lo que piensan y en otras puede que no piensen lo que dicen. Y todo lo que viene a continuación lo puedo escribir gracias a los reportajes que han hecho mis compañeros Pedro Prieto y Javier Jiménez en la Riviera Maya, en México, a raíz de un doble crimen ocurrido en el hotel del clan. También, aclaro que utilizo el vocablo «clan», que se define en el diccionario como «una agrupación humana o familiar», y no en el sentido despectivo que podrían entender los malpensados. Para empezar les presento a los miembros. El considerado patriarca se llama Gabriel Barceló, nació en Felanitx en 1928 y entre otras cosas ha recibido la medalla de oro al mérito turístico y del Foment del Turisme.
Sebastián Barceló es su hermano. Nació también en Felanitx en 1930. Después están sus hijos, Simón y Simón Pedro. Si han leído ustedes los reportajes de Pedro Prieto y Javier Jiménez quizás se habrán escandalizado de la inseguridad que hay en la zona que bordea el hotel de los Barceló en México (asesinatos, violaciones, robos...), pero está claro que de eso no tienen la culpa los responsables del hotel. A mí, lo que más me ha llamado la atención han sido dos cosas: el que las camareras del hotel digan que cobran un dólar y medio por doce horas de trabajo diario, y las declaraciones de Aracely Domínguez, la ecologista más conocida del estado de Quintana Roo. Aracely cuenta barbaridades como, por ejemplo, que para construir el complejo hotelero se destruyeron los manglares «que forman una barrera que nos protege de los huracanes».
En la misma entrevista Aracely declara que tiene la idea sobre los mallorquines de que estamos llevando a cabo «la segunda conquista». Bien, pues eso ya me cabrea, porque no es justo que nos metan a todos en el mismo saco, y que la imagen que puede tenerse en México del mallorquín es la que da el clan de los Barceló. Para que se hagan ustedes una idea de lo que les contaba antes sobre el decir y el pensar, de Sebastián Barceló se ha escrito que es un gran aficionado a la NATURALEZA, como esa que se denuncia que se ha destruido en México para que los señores Barceló puedan seguir ganando dinerito y recibir medallas. Pero claro, es que estamos hablando de personajes de cierta relevancia social, para mí inmerecida y de esos que, también a mí, me repugnan.
Cuentan que no se trata precisamente de una familia muy bien avenida y que cuando el patriarca y su hermano se retiraron, su «reino» se dividió en dos. Entonces aparecieron en escena Simón y Simón Pedro. El primero emigró a Costa Rica y todavía no ha sido condecorado como su padre y su tío. El otro, Simón Pedro, ostenta un montón de cargos y, entre ellos e igual que el patriarca, uno que está relacionado con un panfleto que dirige en Palma un indomable. Panfleto que, por cierto, puede que entre en el récord guinness por tener casi tantas demandas como lectores.
A través de ese panfleto el clan de los Barceló consiente, permite o puede que incluso instigue informaciones redactadas por correveidiles, a las órdenes de un «indio» al que algunos llamas «el calzonazos», y pretenden convertirse en paradigma de la verdad y la honestidad. Pero, como buenos sepulcros blanqueados, se «olvidan» de su pasado reciente y de las barbaridades que de ellos se han denunciado. Barbaridades que, ¡por Dios!, nunca se insinuarán en el panfleto del que llaman «el calzonazos». (Como ven en el clan hay distintos cargos, como si de un clan verdadero se tratara). Nos quedamos en Mallorca, cuando en octubre de 2004 CC OO celebró un congreso en el hotel Barceló Pueblo Park.
Un líder sindical dijo a los asistentes esto: «Barceló ha sido el paradigma de la no democracia sindical. Tenían su propio departamento que firmaba los convenios al margen de la negociación colectiva, desde la transición hasta hace pocos años». El líder sindical añadió: «Queremos que este acto sirva como homenaje a los compañeros que en la época de democracia formal lo pasaron tan mal con esta empresa».
O sea, que el clan se pasaba la democracia por el forro de sus zapatos y, quizás por ello, cuando se dieron cuenta de que en España ya no había una dictadura, y de que no podían tratar a los obreros cómo si de animales se trataran, se fueron a México y pagan un dólar y medio al obrero/a. ¡Ah!, pero eso sí, a Simón Pedro, que se afilió al PP, lo hicieron senador por Mallorca.
Quizás así se entienda el porqué, en el citado hotel estalló en 2004 una polémica, cuando se supo que el «Barceló Pueblo Park» funcionaba sin haber sido inspeccionado por Turisme y carecía de las licencias municipales de instalación, apertura y funcionamiento, y no había recibido el final de obra de una reforma. Hay más cosas del clan pero de momento quédense con esas: Destruyen la naturaleza y se les ha considerado en Balears paradigma de la no democracia. Después se van al Caribe donde pagan 12 horas de trabajo diario a dólar y medio, pero amontonan medallas al mérito turístico. Una cosa que no ha conseguido el patriarca es que lo nombraran doctor honoris causa de la UIB, título al que fue propuesto pero que quedó en un fiasco. Salud y felicidad.
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