El impacto de los dos coches de alquiler fue tremendo y los dejó destrozados.

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El Honda Civic de alquiler que provocó el drama circulaba a gran velocidad. A eso de las 21.45 horas, a la altura del kilómetro 64-900, cerca del Club Pollentia, perdió el control cuando salía de una curva e invadió ligeramente el carril contrario.

La maniobra fue suficiente para desembocar en tragedia. En el otro sentido circulaba un Ford Focus, también de alquiler, y ambos turismo se empotraron frontalmente, con gran virulencia. En el Honda iban dos franceses, K.A., de 30 años y S.L., de 22. Ambos quedaron lesionados de carácter grave, pero el verdadero drama estaba aconteciendo en el otro automóvil: P.J.K., de 48, estaba malherido. Era quien conducía y a su lado estaba sentada su esposa A.M.K., de 53. El impacto había sido tan brutal que la batería del motor se le había clavado en una pierna. Y en el asiento de atrás el panorama esa desolador. M.K., de 81, había muerto y C.M., también de edad avanzada, agonizaba. La carretera quedó bloqueada y el tráfico permaneció cortado durante dos horas. Ambulancias del 061, del Samib, médicos del PAC, Guardia Civil, Policía Local y bomberos atendieron a las heridos, en un escenario dantesco. La turista inglesa en estado crítico se debatía entre la vida y la muerte y al final no pudo remontar y pereció. Se da la circunstancia que ninguna de las dos víctimas mortales llevaba puesto el cinturón de seguridad. Los otros cuatro heridos graves, en cambio, sí lo llevaban. El conductor inglés inicialmente estaba consciente y en aparente buen estado, pero tras unos minutos de pie y hablando se desplomó de forma repentina y comenzó a sufrir intensos dolores cervicales. Los médicos lo inmovilizaron y procedieron a su traslado a un centro hospitalario. Los cuatro supervivientes quedaron ingresados en el hospital de Alcúdia y Muro.

Durante dos horas la carretera de Alcúdia a Pollença, en ese tramo del siniestro, fue un auténtico caos. Colas de coches en ambos sentidos y un continuo ir y venir de ambulancias y sirenas alteraron la quietud de la noche. A las doce la normalidad había regresado a esa carretera maldita, donde tantas y tantas personas han perdido la vida en los últimos años.