Josefina, que cumplía una condena por narcotráfico, notó molestias en el pecho en abril de 2004 y decidió acudir a dos médicos que trabajaban para el centro. «Me dijeron que no tenía nada y que no me preocupase, a pesar de que les expliqué que tenía muchos antecedentes de cáncer en mi familia», explica. Las molestias aumentaban y sus visitas al médico prosiguieron. Al cabo de más de un año le realizaron una mamografía donde aseguraron haber detectado sólo un quiste de grasa, y después una biopsia que confirmó sus peores pronósticos: un cáncer de mama de un año y medio con un nódulo de siete centímetros que se había extendido hasta la axila izquierda.
Al cabo de pocas semanas a Josefina le aplicaron el artículo 92 del código penal, que le permitió salir de la cárcel al tener una grave enfermedad.
Su única alternativa fue la extirpación del pecho, donde le detectaron 10 ganglios infectados.
«No denuncio a la cárcel ni a sus funcionarios, entre los que tengo grandes amigos, sino la inhumanidad de dos médicos», asegura.
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