Elena, una inmigrante rumana de unos 40 años, vivió en la noche del sábado al domingo un calvario difícil de imaginar.
Poco antes de las diez de la noche, la señora, de complexión corpulenta, saltó la verja de dos metros del Hotel Madrigal, en la calle Ametlers, en Peguera. Un hombre presenció la maniobra y pensando que pretendía robar llamó a la Guardia Civil. Esa llamada, a la postre, salvó la vida de Elena. La mujer, cuando estaba sobre la barrera, perdió el equilibrio y cayó sobre tres pinchos de unos 15 centímetros cada uno, quedando completamente ensartada. Dos de los pinchos de acero le atravesaron junto a sus partes íntimas y el tercero la ingle. Tres dotaciones de la Guardia Civil llegaron a esa dirección pensando que iban a sorprender a la desconocida dentro del hotel, robando.
Su sorpresa fue mayúscula cuando descubrieron que estaba malherida, atravesada sobre la verja. De sus piernas manaba abundante sangre y los agentes acercaron uno de los vehículos todoterreno para poder sostenerla, y que no se fuera empalando más profundamente. A continuación llegaron bomberos y sanitarios del 061, que suministraron suero y oxígeno a la señora. Elena, tras intensos sufrimientos, perdió el conocimiento, pero la hemorragia no cesaba. Los bomberos, con extremo cuidado, utilizaron una máquina radial para serrar los barrotes, mientras los agentes sostenían erguida a la víctima.
Más de dos horas después, a eso de la medianoche, consiguieron por fin bajarla de la verja. Ya en el suelo, sobre una manta térmica, le extrajeron el último de los pinchos que había atravesado su cuerpo. Las trabajos de rescate fueron muy laboriosos y todos los profesionales implicados -bomberos, guardias civiles y sanitarios- demostraron una gran templanza. La víctima fue evacuada en ambulancia hasta Son Dureta, donde fue intervenida de urgencia de los desgarros que presentaba.
Antes de que la rumana se desmayara parece ser que contó a los guardias civiles que la sujetaban que había saltado la barrera para dormir en el hotel clausurado. La calle donde ocurrió el accidente está poco iluminada y en invierno poca gente la transita. Así pues, es una suerte que un hombre reparara en la rumana cuando intentaba saltar, ya que su llamada le salvó la vida.
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