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J.L.MIRÓ Una joven de 16 años denuncia a su novio por malos tratos y en el juzgado revela que muchas de sus amigas «tienen una orden de protección». La jueza que la atiende, Paloma Delgado Villanueva, titular del Juzgado de Violencia Doméstica número 1 de Palma, se declara «espantada» por este hecho y por el alto índice de adicción a la cocaína de la mayoría de presuntos agresores. «En ocho de cada diez casos que veo, el denunciado sufre algún tipo de adicción, ya sea a las drogas, al alcohol o al juego».

Esta es alguna de las conclusiones del III Curso de Habilitación como especialista en violencia doméstica y de género destinado a la Policía Local de Palma, que se celebró esta semana. La experiencia diaria de la jueza Delgado confirma la existencia de ciertas peculiaridades en el perfil del maltratador balear: es, como en todas partes, dominante y machista, pero además es drogadicto y, lo más preocupante, cada vez más joven.

¿Qué está fallando para que cada año aumenten las cifras de homicidios por causa de la violencia doméstica? ¿Qué le ocurre a una sociedad en la que una adolescente de 16 años necesita una orden de protección? Es obvio, y en esto coinciden todos los expertos, que el problema está en la educación y en el rol clásico, ni mucho menos erradicado, que otorga al hombre una suerte de superioridad innata sobre la mujer, un derecho de dominación que está presente en todas las culturas, «incluida la nuestra».