«Mi hijo llegó hace seis años a Mallorca y ahora tenemos que enterrarlo. Todavía no nos lo creemos». Eusebio, padre del adolescente asesinado en Palma, cree que la muerte de su hijo no fue casual: «Esto ya venía de lejos, lo estaban esperando para matarle».
La familia Ebulabate reside desde hace algunos años en un piso del Ibavi en la calle Eucaliptus, en la barriada palmesana de Son Gibert. El primero en llegar a la Isla fue el cabeza de familia, allá por el año 1997. Dejó en su Guinea natal a sus hijos y a su mujer y aquí rehizo su vida con Conchi, su actual esposa. Florencia, la madre de él, también vive con ellos. «Eusebio era muy independiente, actualmente estaba buscando trabajo porque no le gustaba estudiar», cuentan, junto al retrato enmarcado del adolescente asesinado. «El domingo por la tarde nos fuimos a una comunión, con mi hijo. Por la tarde él y dos amigos se fueron caminando por la calle Blanquerna, para coger el autobús. Yo estaba trabajando en el aeropuerto y a las nueve y veinte minutos me llamaron y me dijeron que había ocurrido algo muy malo, y que fuera a esa dirección. Cuando llegué el cadáver de mi hijo estaba en el suelo», relata el progenitor.
Trampa
Para la familia Ebulabate está claro que la agresión fue premeditada. Su hijo ya había tenido problemas con los jóvenes que le rodearon e incluso había denunciado a alguno de ellos. «Iban a por él. Uno le dio un botellazo en la cabeza y otro lo apuñaló, varias veces. Algunos de los chavales que estaban presentes son vecinos de Son Gibert, como nosotros», añade Eusebio. Conchi, la madrastra, está también conmocionada. No se explica cómo unos menores de edad pueden comportarse con tanta violencia con otro menor: «Es difícil de entender». La abuela, Florencia, visitó ayer el lugar del crimen, en la confluencia de las calles Blanquerna con Antoni Marquès, y tampoco lo asimila: «El domingo estaba con nosotros y ahora ya no».
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