Richard Henry Roberts estuvo desde el primer momento en el punto de mira policial. Daniel, la víctima, estaba consciente cuando los primeros agentes llegaron a su apartamento y pudo dar su nombre antes de morir.
El joven agonizaba en el comedor, cubierto de sangre, junto a un colchón ensangrentado. Los policías locales le practicaron los primeros auxilios, hasta que el personal médico de una ambulancia del 061 continuó con su estabilización. Las heridas pintaban tan mal que ya entonces parecía claro que no llegaría al hospital. Perdía muchísima sangre y las puñaladas, al parecer, le habían alcanzado un pulmón y el hígado. Pero contra todo pronóstico sí que llegó a Son Dureta, aunque murió dos horas después. Hacía trabajos esporádicos como albañil, era de complexión grande y según sus vecinos frecuentaba bares y amistades poco recomendables. El arma con el que fue repetidamente apuñalado todavía no se ha localizado y al parecer fue arrojada al mar por los asesinos. La investigación apunta a que fue Richard quien ejecutó el asesinato, mientras Paul le ayudaba.
Tras limpiarse la sangre y cambiarse de ropa, la pareja se dirigió hacia el aeropuerto de Son Sant Joan, y cuando iban a comprar dos billetes de avión para Inglaterra fueron detenidos por la Guardia Civil. Anoche permanecían en la Comandancia, en celdas separadas y a uno de ellos, Paul, ya se le había tomado una primera declaración, en presencia de su abogado. Los dos obreros de Liverpool pasarán a disposición judicial casi con toda seguridad el martes por la mañana.
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