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«El mes pasado se murió mi hermano, de cáncer. Lo enterramos con mi otra hermana y con mi madre. Dejamos la tumba cubierta de flores, de centros y coronas preciosas, y a la semana siguiente nos dimos cuenta que nos las habían robado. Eso no es todo, también han defecado sobre la lápida y han dejado jeringuillas. Estamos hartos de actos vandálicos y robos; pedimos más seguridad». Las hermanas Bárbara y Adolfina Cladera no son las únicas que han sufrido el robo sistemático de ramos de flores en el cementerio de Palma. Desde el camposanto, sin embargo, se sostiene que hay vigilancia nocturna y que es «imposible» vigilar cada nicho y cada tumba para evitar los hurtos.

«Puede parecer una tontería, pero uno de los centros que se llevaron nos había costado 100 euros. Era un corazón de rosas. No sabemos quiénes son, pero muy cerca de la manzana 73 han ocurrido actos vandálicos y nadie nos hace caso, a pesar de que ya hemos puesto cinco reclamaciones», añade Bárbara, una comercial que prefiere mantener su rostro en el anonimato «porque en Palma mucha gente me conoce». Adolfina, su hermana, no tiene problemas en posar ante el fotógrafo. Sólo tiene un temor: las represalias. «Cada semana nos encontramos con alguna trastada y cuando salga en prensa no sé si será peor».

Magdalena Reus visitó ayer por la mañana el camposanto palmesano y reconoció que «he oído que últimamente rompen tumbas. Creo que faltan vigilantes». Miquel, otro de los asiduos en el recinto, no da crédito: «En nuestra tumba le roban siempre los centros, parece mentira que la gente tenga tan poca sensibilidad. Estamos hablando de difuntos». La mayoría de encuestados por este diario coincidieron en que hace falta más presencia de vigilantes de seguridad «sobre todo cuando oscurece, porque esto da miedo».

Al mediodía, con todo, la actividad en el cementerio por parte del personal del SFM es intensa: jardineros y brigadas de mantenimiento recorren las callejuelas, atentos a cualquier anomalía. El perímetro a controlar, sin embargo, es enorme. Una familia gitana que tiene su tumba cubierta por flores de plástico, en colores rojo y blanco, también ha sufrido robos «y eso que las flores no son buenas».

Desde el cementerio la versión que se ofreció ayer a este periódico es diametralmente opuesta a la de algunos familiares de difuntos. «Es innegable que desaparecen ramos, siempre ha ocurrido, pero creemos que no se puede hablar de una mafia, sino de hurtos aislados. No se puede vigilar cada tumba. Con respecto a las quejas sobre los vigilantes, de noche tenemos un agente de Trablisa que da vueltas con un coche y por las mañanas hay más de treinta trabajadores del cementerio pateando el recinto».