El material recuperado por la Guardia Civil está expuesto en el cuartel de Santa Margalida. Foto OPC

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JAVIER JIMÉNEZ El misterio del robo de los aspersores se ha despejado. O al menos en parte. La Guardia Civil ha detenido a un vecino de Muro, de origen magrebí, que se dedicaba al robo sistemático de los sistemas de riego de los campos de cultivo de sa Pobla. En su casa se han recuperado 570 aspersores, valorados en más de 60.000 euros. La investigación continúa para dar con los socios de El Jillali, porque está claro que el marroquí no era el único que se dedicaba a robar a los agricultores.

La operación conjunta entre la Guardia Civil de Pollença y la de Santa Margalida se inició hace unos meses, cuando algunos payeses denunciaron que les habían sustraído los aspersores de sus fincas. Cada aparato cuesta entre 100 y 120 euros y se trata de modelos importados de EEUU. El atractivo de estas bocas de riego es que están diseñadas en cobre, y últimamente se ha desatado una auténtica fiebre por este metal, que cotiza al alza. Los robos continuaron y causaron cierta alarma social en sa Pobla y, en menor medida, en Muro. Los agricultores comenzaron a quejarse de que la inseguridad en el campo era una problemática creciente y la Benemérita intensificó la vigilancia en los cultivos, en busca de los ladrones. En un sólo día desaparecieron 60 aspersores, pero no fue la cifra récord. En otra ocasión sustrajeron 300 aparatos en la comarca, lo que provocó una indignación generalizada entre los trabajadores del campo. Hace unos días este diario se hizo eco de la psicosis en sa Pobla y el fin de semana la Guardia Civil ultimó el desenlace de la 'Operación Aspersores'.

La Policía Judicial descubrió que en una chatarrería de Muro había sido depositado abundante material de dudosa procedencia, formado en gran parte por los riegos a aspersión. Los agentes se entrevistaron con el dueño del negocio y descubrieron que había sido engañado por un magrebí. Ya tenían un nombre: El Jillali B., de 44 años. A partir de ahí los acontecimientos se sucedieron a un ritmo vertiginoso: todos los esfuerzos se centraron en localizar la casa del sospechoso, que resultó ser un vecino de Muro. Su casa fue registrada por sorpresa y se halló parte del botín de tantos meses de robos. Maquinaria agrícola, herramientas, motores de riego, compresores, baterías, destornilladores eléctricos, desbrozadoras y cortadoras de césped se acumulaban en la vivienda de El Jillali.

Todo ese material se encuentra a disposición de los agricultores de la comarca que hayan sufrido robos recientemente.