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JULIO BASTIDA «No tenéis que tener miedo al avión, es el transporte más seguro que hay». Con estas palabras Francisco Javier Mulet Pujol intentaba tranquilizar el miedo que tiene a volar Mari Carmen, una empleada que desde hace más de 30 años despacha en 'La Pajarita', el conocido negocio familiar de los padres del piloto mallorquín fallecido en el trágico accidente en Barajas.

«Cuando yo empecé a trabajar en 'La Pajarita', Xisca Pujol estaba embarazada de Javier. Lo he visto nacer, crecer y desde muy pequeño tenía claro una cosa, quería ser piloto de avión», recordaba ayer Mari Carmen.

Mulet era un joven enamorado de la vida y con un futuro prometedor. Estudió en Montesión de Palma, obtuvo el título de piloto en la escuela de Matacán, en Salamanca, y allí conoció a su novia. El mallorquín tenía su base en Barcelona, pero compaginaba su tiempo libre entre Salamanca y su tierra natal.

«Era su último vuelo. Ese mismo día Javier empezaba sus vacaciones de verano y tenía previsto desplazarse hasta Mallorca para pasarlas aquí junto a su novia», explicó Mara, otra de las empleadas del comercio. «Hoy, al ver la fotografía en el periódico no he podido retener las lágrimas. Tenía 32 años, pero su cara era angelical. Nosotras siempre le decíamos que no tenía ni barba. Sé que siempre que alguien fallece se suelen decir cosas bonitas, pero te puedo asegurar que era un joven estupendo», finaliza Mara.

Javier era muy conocido entre los vecinos del centro histórico de Palma, dado que durante las vacaciones el joven ayudaba a sus padres en las labores propias de la tienda de «delicatessen». Algunos residentes y establecimientos vecinos se mostraron muy afectados y conmocionados por la trágica noticia.

Una vecina indicó: «Javier, el padre del chico, es un hombre muy 'echao pa lante', pero es un trozo de pan y muy tierno. Toda la familia es muy buena. No hay derecho que pasen estas cosas».

Hasta la capital de España se desplazaron Xisca y Javier, los padres del piloto y José, el hermano menor. Mientras tanto, Mari Carmen y Mara, sumamente afectadas, seguían atendiendo a los clientes. Con lágrimas en los ojos, Mari Carmen agregó: «Ahora sólo nos queda ser buenas personas y rezar por todos los fallecidos, los heridos y los familiares que lo están pasando muy mal en estos momentos. Nosotras desde aquí, no cesamos de rezar por todos ellos. Los tenemos en nuestros corazones».