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Cuando eran las dos de la tarde de ayer la situación de los padres y de la mujer del piloto Javier Mulet era «desesperada», según confesó su madre Francisca Pujol. «Nos mantienen encerrados en el hotel Meliá Barajas. Tenemos la impresión de que la compañía no quiere que hablemos con la prensa, que no digamos nada, mientras en nuestro entorno existe una confusión enorme. Es muy fuerte que la compañía todavía no nos haya dado ningún tipo de información sobre Javier mientras permanecemos a la espera de poder identificarlo. Sólo sabemos que la policía científica ha procedido a la identificación de su cuerpo, pero nada más. Nuestra situación es desesperada», dijo con gran entereza Francisca Pujol. Horas más tarde y después de ver el cuerpo de su hijo y el trato recibido por la compañía la situación cambió, aunque no ocultaban su enfado.

El Hotel Meliá Barajas de Madrid se ha convertido en el cuartel general de los familiares de los muertos del accidente aéreo que tuvo lugar en el aeropuerto de la capital de España, anteayer, miércoles.

El hall del hotel es lo más parecido al salón de los pasos perdidos de cualquier parlamento. Deudos y amigos de los que se fueron de forma tan trágica e inesperada paseaban con la mirada perdida, se abrazaban, o sentidos en torno a la mesa hablaban o escuchaban al psicólogo o al de recursos humanos de Spanair.

Poco después de las cinco llegaban al hall los padres del copiloto Mulet, Xesca y Gabriel. Les acompañaban famliares, entre ellos Manolo Pujol, hermano de la madre. A ésta la vimos más entera que a su marido, aunque la procesión le iba por dentro. Habló, pero no quiso fotos. Lo entendemos. Hay momentos, como éstos, en que las fotos sobran. O mejor, que no aportan nada, salvo lo que todos sabemos: más dolor. Pero lo que si nos dijo es que quería dar las gracias a Spanair «por lo bien que se están comportando con todos nosotros»

Según nos contó su hermano, acababan de regresar del tanatorio, de reconocer a Javier, su hijo. Aunque sí muy duro, no fue difícil, ya que el rostro que vieron a través de la ventanilla del féretro, era el suyo.

Posiblemente, sus restos viajarán a Palma esta tarde, poco después de que lo hagan sus padres.
Xesca nos contaba que «como en casa tengo los vuelos de mi hijo, a nada que la televisión dio la noticia supe que era su avión. Poco después, desde la compañía, nos confirmarían que era el avión. Pero no era necesario: si se hubiera salvado, lo primero que hubiera hecho habría sido llamarnos para tranquilizarnos. Pero esa llamada no se produjo». Xesca considera el sucesos como una accidente, «como el accidente mortal en una moto, inesperado»

Luego nos contó que Javier tenía la base en Barcelona, y que desde hacia nueve años vivía con Estrella Toral, nacida en León y de profesión abogado. Eran muy felices. ¡Es una pena...!»

Le decimos que el piloto Luna y su hijo, hasta que les quedaron fuerzas, intentaron levantar el avión, enderezar el vuelo, salvar del desastre a todos y a ellos. Pero no fue posible... Xesca asiente. «Esté usted orgullosa de su hijo, que junto con el comandante, hicieron todo lo posible por evitar lo inevitable.»

Sentados en una mesa del fondo del hall fuimos testigos de las imágenes más tiernas. Xesca acariciaba a su marido, le besaba en la frente; él la tomaba de la mano y se la apretaba. Era la viva imagen de la frustración resignada.

Al rato, y tras buscarla vanamente entre la gente del hall, preguntamos por la mujer de comandante Luna. «Ha ido al tanatorio, a identificar a su marido», nos dijo uno de emergencias de Spanair. A través del teléfono de su domicilio de Palma, logramos hablar con su hermana que nos confirmó que, efectivamente, estaba en el tanatorio, «con mi hijo, que la acompaña, y con quien acabo de hablar ahora mismo». Como nos dijeron que regresaban a Palma en el avión de las 21.30, nos dirigimos al tanatorio, ubicado en la nave 9 de Ifema. Pero hasta él no permiten la entrada a los periodistas, a los que no les queda más remedio que montar la guardia en la entrada. Cientos de ellos y un par de decenas de unidades móviles, aguardan «esperando ...a que no se produzca nada». Nos enteramos de que los familiares que quieran podrán asistir a una misa que se celebrará en una iglesia de la calle de Machupichu, a cuatro euros en taxi de donde nos encontramos. Asistimos y presenciamos nuevas escenas de dolor y dramatismo, que se suceden en numerosos rincones de la Capital.