Familiares de la desaparecida se desplazaron desde Nueva York a Mallorca para buscarla.

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Ni pistas ni indicios. Un año después de que Jacqueline Tennant desapareciera entre Can Picafort y Alcúdia la investigación se encuentra profundamente estancada.

La mujer, inglesa de origen jamaicano, tenía una complexión atlética y era una apasionada de la montaña. Trabajaba como monitora de deporte en el hotel Holiday Village de Can Picafort, para el touroperador First Choice y vivía a caballo entre Londres y Mallorca. El martes día 9 de octubre, aprovechando que era su día libre, organizó una excursión en solitario, como le gustaba hacer. A las nueve de la mañana desayunó y después se subió a un autobús. Allí se le pierde la pista hasta ahora. Jacqueline llegó a un paraje de altura, quizás el Puig de Sant Martí o La Victòria, en Alcúdia, porque cuando su jefe la llamó a su teléfono móvil, a las 13.00 horas, le comentó que desde la cima tenía una panorámica impresionante.

La monitora no regresó nunca a su hotel y sus amigos denunciaron su desaparición. La Policía Judicial de la Guardia Civil se hizo cargo del caso y esperó durante meses que una empresa de telefonía móvil colaborara con la investigación y desvelara desde qué repetidor se había efectuado la última llamada que recibió Jacqueline. Finalmente se concretó que la mujer estaba en los alrededores de La Victòria, pero el dato fue insuficiente dado lo extenso y abrupto del terreno. Dotaciones de Protección Civil 'peinaron' grandes extensiones, sin resultado alguno.

La principal hipótesis policial apunta a que la guía o bien cayó al fondo de un acantilado, y su cuerpo sigue allí, o bien se precipitó al mar y la corriente alejó el cuerpo. Su habitación del hotel se registró a fondo y no se encontró nada sospechoso, que pudiera dar a entender que estuviera amenazada. Su investigó a un individuo con el que se la había relacionado, pero en esas fechas el varón estaba en Barcelona.

En un mapa que tenía en su cuarto Jacqueline había marcado las zonas de montaña donde ya había estado y las que le quedaban por visitar, como por ejemplo Betlem, Formentor o La Victòria, donde finalmente desapareció.

Sus familiares viajaron desde Nueva York a Palma, tratando de impulsar la investigación, y contrataron los servicios de un detective privado. Nadie, ni los investigadores, pueden descartar que Jacqueline tuviera un mal encuentro en algún desconocido en plena montaña, sola e indefensa, pero tampoco hay ningún dato que apunte en esa dirección.

365 días después ni su familia ni sus amigos esperan encontrarla con vida, aunque todos ellos albergan la esperanza de que algún día aparezcan sus restos mortales en la montaña que tanto le apasionaba. «Si cayó al mar puede que no sepamos nada de ella en la vida. Su cadáver podría haber sido arrastrado a Sicilia o al Levante español», explicó ayer uno de los investigadores de la Guardia Civil que sigue buscando a Jacqueline Tennant.

En los medios de comunicación británicos el caso de la animadora de origen jamaicano cobró cierto protagonismo en los primeros días de octubre pasado, pero con los meses el interés se fue diluyendo. Un programa de televisión emitió un reportaje sobre la animadora del hotel y una pareja que había estado en Mallorca por aquellas fechas aseguró haberla visto por La Victòria el día 9 de octubre de 2007. Dónde se pierde su pista está más o menos claro; lo que le ocurrió después sólo lo sabe ella.