El caribeño armado irrumpió de madrugada en la discoteca, que estaba llena. FOTO: ALEJANDRO SEPÚLVEDA

TW
0

«Lo voy a matar». Un gigante caribeño de color, de más de 1,90 de estatura y gran corpulencia, causó en la madrugada de ayer el pánico en una conocida discoteca del Passeig Marítim al irrumpir armado con una pistola en la sala. Luego, en su huida, encañonó a un portero.

Eran aproximadamente las cuatro y media de la madrugada y en el Passeig Marítim, a la altura de la discoteca Level, había cierto ambiente. Clientes entraban y salían del local, cuando de repente un caribeño -los testigos no se ponen de acuerdo sobre si era cubano o dominicano- de físico imponente entró violentamente en el establecimiento. Vestía con una camiseta de color amarillo, a pesar de las bajas temperaturas, y blandía en una de sus manos una pistola.

Los clientes que se toparon con él se alejaron rápidamente y otros reaccionaron con pánico, al comprobar que el caribeño gritaba que quería matar a una persona mientras esgrimía el arma de forma amenazadora.

Tras unos segundos de auténtico revuelo, el individuo salió de nuevo a la calle y se enfrentó con un portero, al que lanzó contra un coche aparcado. A continuación apareció en escena otro encargado de seguridad que sacó también una pistola. No está claro dónde trabajaba este último sujeto, pero los testigos sostienen que los dos pistoleros se encañonaron, aunque afortunadamente ninguno apretó el gatillo. Tampoco se sabe con seguridad si la pistola del caribeño era de fogueo o de munición real.

En cualquier caso, los numerosos testigos del incidente llamaron desde sus teléfonos móviles a la Policía y al poco tiempo comenzaron a llegar patrullas del 092 y del 091 al Passeig Marítim. Los agentes dieron una batida por los alrededores, pero el hombre de color se había esfumado. Los agentes pasaron su descripción física y su vestimenta por la emisora y todas las unidades de guardia por Palma tuvieron conocimiento de lo ocurrido en la discoteca palmesana.

Algunos testigos presenciales indicaron ayer a este periódico que «en principio pasamos un buen susto, pero luego el sentimiento que nos invadió fue de indignación. La gente estaba tomando una copa tranquilamente y si se escapa una bala podía haber habido un drama».

Otra de las clientes apuntó que «Palma ha cambiado mucho en los últimos años, ya no hay zonas seguras y hay muchas armas y drogas en todas partes».