Las Navidades de José Antonio Braojos, un vecino de la barriada palmesana de 'Corea', serán amargas. El guía turístico, que vive en una planta baja de 27 metros cuadrados, ha sido condenado por un juez a pagar una pensión a su madre, a la que hace 19 años que no ve. «Me maltrató salvajemente durante toda mi infancia y adolescencia y ahora, por coherencia, me niego a mantenerla», denuncia José Antonio, que ha empezado una huelga de hambre en el aeropuerto de Son Sant Joan.
La medida extrema adoptada por el palmesano, que tiene 43 años, la inició el sábado pasado y es sine die. «Quiero que la sociedad conozca mi historia y lo injusta que pueden ser algunas sentencias de los jueces», añade. José Antonio ha creado una página web en internet -www.quierojusticia.es- en la que explica, con todo lujo de detalle, su calvario personal. El de su niñez y el actual, ya cuarentón. El guía nació en Munich y en 1970 llegó a Mallorca, con sus padres y hermana. El matrimonio se separó y el ambiente familiar se hizo irrespirable durante décadas: «Mi madre me pegó hasta los 17 años, cuando le levanté la mano y le advertí que yo también le podía devolver los golpes. Intentó que le firmara una confesión, para utilizarla luego contra mí alegando que la víctima era ella, pero afortunadamente me negué», cuenta.
El vecino de 'Corea' se marchó de casa y empezó una nueva vida, lejos de su madre, pero su hermana continuó viviendo con la matriarca: «Ella también ha sufrido muchísimo. La casa era suya, pero sólo había una llave y la tenía mi madre. Ella mandaba en todo y también la maltrataba. Su calvario duró hasta los treinta años». Casi 20 años después de perderle la pista a la progenitora, el guía recibió una citación judicial en su casa de 'Corea': «Me quedé de piedra. Mi madre nos pedía una manutención de 600 euros mensuales. Me negué y llegamos a juicio. Ganamos al principio, pero la última sentencia nos ha condenado a pagarle una pensión de 400 euros, 350 míos y 50 mi hermana». Además de la manutención, tendrá que abonar unos 10.000 euros, porque el efecto de la sentencia es retroactivo y también le cargan las costas del juicio.
La huelga de hambre de Braojos es indefinida: «Es una forma de hacer frente a esta bofetada retroactiva de la Justicia. No pago por chulería, sino porque no puedo y porque además sería inmoral darle algo a una mujer que nos ha hecho tanto daño a mi hermana y a mí».
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