Mónica Juanatey Fernández fue trasladada el miércoles de Maó a la cárcel de Palma. | IB3

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A principios de 2008 la vida de Mónica Juanatey, la parricida de Maó, estaba a punto de dar un giro clave: iba a casarse con su novio de los últimos años en Galicia y ya había repartido las invitaciones de boda. Incluso estaba fijada la fecha, pero días antes Mónica, que había conocido a otro hombre por internet, canceló la boda, dejó a su hijo en Noia y viajó a Maó, para encontrarse con su cibernovio.

El dato es importante porque el móvil del crimen fue, según la propia acusada, que Mónica estaba agobiada por la reacción de su nuevo enamorado, al saber que era madre soltera. Temía que él la dejara y se inventó que César, su hijo de nueve años, era su sobrino. De sus padres, los abuelos del pequeño, se limitó a explicarle que habían muerto.

Lo plantó
La joven llevaba unos años saliendo con Alberto M., un vecino de Noia que no era el padre biológico de César. El hombre se llevaba muy bien con el pequeño, al que quería como a un hijo, y sus padres también ejercían de abuelos paternos. Cuando en 2008 Mónica suspendió en el último momento la boda, Alberto se quedó con el pequeño. Ella viajó a Maó, se enamoró de su cibernovio, y luego regresó a Galicia. No quería que César viviera con su ex novio, y se llevó al menor con sus padres, con los que ella mantenía una relación muy difícil.

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A Alberto, el novio plantado casi en el altar, ya no volvió a verlo y empezó una nueva vida con el vigilante jurado andaluz al que conoció en un chat.

Internet era una auténtica obsesión para la filicida, que se pasaba muchas horas al día frente al ordenador. Entraba en distintos foros y blogs, y se mantenía en contacto con sus amistades de Galicia a través de Facebook y otras redes sociales.

En su mundo virtual intentaba evitar las alusiones a su hijo César, que ya estaba muerto, y simulaba que la vida del niño en Maó era tranquila. «Ya ha hecho la comunión», llegó a escribir en internet.

En el colegio de Noia (A Coruña) Felipe de Castro, donde César cursó hasta tercero de Primaria, constaba la baja escolar del niño, pero no le habían remitido el nuevo expediente en Menorca, porque en realidad no existía. Mónica ahogó a su hijo en la bañera en junio de 2008 y luego escondió el cuerpo en una maleta, que abandonó en una zona de montaña. El absentismo escolar del niño pasó desapercibido para todos, de forma incomprensible. Nadie de las autoridades docentes dio la voz de alarma. Parecía como si César no existiera para nadie.