Los agentes de la Guardia Civil inspeccionaron un almacén de Santa Eulària en el que había cubas de gran tamaño donde se preparaba el envasado a botes más pequeños de miel. Algunos envases contenían sustancias no autorizadas y que podían ser peligrosas para la salud. | OPC

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Una estafa de lo más dulce. El Seprona (Servicio de Protección de la Naturaleza) de la Guardia Civil ha detenido a un padre y su hijo en Eivissa y ha imputado a un comerciante de Mallorca por un fraude en la venta de miel supuestamente artesanal.
De acuerdo con los datos facilitados ayer desde la Oficina Periférica de Comunicación (OPC) de la Comandancia palmesana, la investigación se inició a principios del año pasado y a los agentes los han apoyado funcionarios del Servicio de Seguridad Alimentaria y el Servicio de Ganadería de la conselleria de Agricultura.

Apiarios

En Eivissa se recibieron denuncias por la instalación de apiarios no autorizados, que sumaban unas 1.000 casetas. Los responsables de explotarlas eran un padre y su hijo, y surgieron dudas sobre la procedencia de la miel envasada y el tratamiento que se le daba. Los investigadores analizaron algunas muestras en laboratorios y descubrieron sustancias activas, en concreto en la cera del producto comercializado como miel con panal, que superaban los límites máximos de residuos (LMR) permitidos. Los residuos procedían de sustancias plaguicidas y de medicamentos de uso veterinario. En una casa de Sant Antoni y un almacén de Santa Eulària se intervinieron ordenadores y discos duros, así como botes con miel y grandes cubas donde era manipulada. De ahí llegaba a los mercados, como miel artesanal.

En Mallorca, los agentes llevaron a cabo varias inspecciones en comercios y empresas y fue imputado un empresario de Pollença. Una de las marcas comercializadas como miel artesanal era, en realidad, sirope o jarabe con fragmentos de panel de abeja. En las otras muestras se descubrió que el producto no era originario de Pollença, tal y como destacaban en el etiquetado. Era mezclas de miel procedentes de países de fuera de la Unión Europea, lo que suponía una estafa para el consumidor. Los investigadores, en este sentido, han descubierto que el empresario compraba la miel a empresas de la Península por un precio que rondaba los 5 euros el kilo y lo comercializaba como miel originaria de panales de Pollença a un precio de entre 18 y 22 euros, según la variedad. Las numerosas ventas dispararon los beneficios.