Las investigaciones se iniciaron hace un año, tras tener conocimiento que las víctimas accedían a través de internet a anuncios falsos de contratación de servicios sexuales colgados por el propio grupo criminal. A continuación, recibían mensajes por medio de una aplicación de mensajería instantánea, en los que el supuesto jefe de las prostitutas les recriminaba haberles hecho perder el tiempo y exigía una cantidad de dinero como compensación, amenazándoles con causarles problemas de no hacerlo.
Las víctimas, por temor a que sus allegados supiesen que habían contactado con prostitutas o atemorizados porque su vida corriese peligro, accedían al pago de la cantidad exigida. No obstante, los autores continuaban reclamándoles más dinero, según las mismas fuentes.
Estructura jerarquizada
El grupo criminal estaba «perfectamente estructurado» con funciones claramente diferenciadas entre sus miembros. En el escalón más bajo, se encontraban los llamados «muleros», aquellos que a cambio de cierta compensación económica prestaban sus cuentas bancarias para recibir el dinero procedente de las extorsiones o se encargaban de contratar los números de teléfono desde los que enviaban los mensajes a las víctimas.
En un segundo escalón, se situaban quienes realizan las llamadas o enviaban los mensajes amenazantes. Por otro lado, estaban otras personas encargadas de controlar a los «muleros». Asimismo, en la cúspide de la organización criminal, se encontraban los dirigentes que «no dudaban en agredir y amenazar de muerte a los 'muleros' cuando no obtenían el dinero procedente de las extorsiones», según las mismas fuentes.
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