Imagen de archivo de Francisca Cortés 'La Paca' en la Audiencia Provincial de Baleares en Palma. | Alejandro Sepúlveda

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Llega en un modesto utilitario, se apea lentamente y comienza a recorrer aquellas calles sin asfaltar, observando cómo ha cambiado todo. Con paso tranquilo, cadencioso. Como quien visita una finca de su propiedad que no pisaba hace años. La Paca’ ha vuelto a Son Banya y la tensión entre los actuales capos de la droga se ha disparado. En el ambiente flota una pregunta: «¿Qué quiere la histórica matriarca?». Esta es la crónica de un regreso anunciado que ha puesto en estado de máxima alerta a la frágil cúpula que ahora controla el gueto. Y que puede tener los días contados. Porque Paca no hay más que una.

Francisca Cortés Picazo, a sus 68 años, se encuentra en tercer grado penitenciario. Es decir, entra y sale de prisión. Una semilibertad que la reina de Son Banya está aprovechando al máximo. La han visto más envejecida, canosa, pero con el mismo fuego de siempre en la mirada. La cárcel la ha curtido. Y en Son Banya, aunque ya no sea la jefa de los años noventa, impone un respeto casi terrorífico. Es más lista que todos juntos, y lo saben. No se ha metido en ningún turbio asunto, de momento, pero todos tienen muy claro que barrunta algo. Y su siguiente movimiento está poniendo de los nervios al reino de taifas que gobierna el poblado, desde su caída.

Según han informado a Ultima Hora fuentes de toda solvencia, desde hace un mes sus paseos por el poblado son cada vez más frecuentes. Habla con uno y con otro, y le presentan a los nuevos que no conocía. El Son Banya de ahora no tiene nada que ver con el que dejó la emperatriz de la droga. Se ha rediseñado, urbanísticamente hablando, el recinto, para que las chabolas y las familias no se mezclen con los puntos de venta, que se han adelantado a la entrada del poblado. Un circuito en forma de ‘u’, con banderillas españolas y luces de Led, guían ahora a los conductores que esperan su turno. En eso, Son Banya no ha cambiado. Sigue siendo la mayor máquina de hacer dinero jamás creada. Un prodigio de la ingeniería más oscura.

Francisca debe seguir calculando en pesetas, porque a todo el que se le acerca le espeta: «No tengo un duro». Que le crean, es otra cosa. Cuentan que la caída en desgracia de su primo Carlos Cortés ‘El Charly’, hijo del antiguo patriarca ‘el tío Quico’, ha sido una de las grandes alegrías de sus últimos años. ‘El Charly’ se había convertido en el referente del poblado y había conseguido limpiar su imagen pública. Incluso se codeaba con algunos políticos municipales. El poblado, gracias a él, ya no votaba al PP, sino a Vox. ‘La Paca’ es paciente y sabía que todo era cuestión de tiempo. Ahora, con su primo entre rejas por narcotráfico, y su reputación arruinada para siempre, la señora de pelo blanco recorre las chabolas de su antiguo reino más segura. Y feliz.

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‘La Paca’ no se queda a dormir en Son Banya. Quizás porque su chalet fue derribado por las grúas. La pala excavadora simbolizó el ocaso de su clan, con ‘El Ico’ y ‘La Guapi’, dos de sus hijos, también en irreversible decadencia. Pero en realidad, Francisca Cortés podría quedarse en cualquiera de las chabolas. Nadie le pondría la más mínima objeción. Todo aquello es su casa, desde hace tres décadas. Pero en los mentideros del poblado, que siempre están en ebullición, cuentan que «doña Francisca» sólo respeta a un narco: Gabriel Amaya González, ‘El Ove’, otro veterano curtido en mil batallas con un largo historial de fugas, detenciones y condenas. Que, además, podría obtener el tercer grado en breve, como ella. Las quinielas -y en el poblado son muy futboleros- apuntan a que en un futuro próximo los dos decanos de la droga podrían volver a regir el destino de Son Banya.

En la actualidad, cinco capos se han dividido el recinto: ‘La Taílla’, ‘El Vito, ‘El Chepo’, ‘El Indio’ y ‘El Calé’. La guerra fría se ha instalado en aquella finca, pero se mantienen las formas. A nadie le interesa que se desaten las hostilidades, porque la marca Son Banya factura tales cantidades de dinero que un enfrentamiento abierto pondría en peligro esas rentas millonarias. Y los narcos son narcos, pero no tontos. Los chismosos, tan activos desde que ‘La Paca’ ha vuelto, aportan nuevos datos para justificar la media sonrisa, de Gioconda, que se dibuja en la cara de Francisca.

«Un familiar político, que se ha sacado la carrera de Derecho estudiando en la cárcel, está ayudando mucho a la reconstrucción del clan, a todos los niveles». La matriarca, pues, no está sola. Ya no cuenta con ‘El Ico’, en plena desintegración, pero tiene nuevos socios. Que los tiempos cambian y ella, si algo ha sabido hacer siempre, es adaptarse. Un ‘renovarse o morir’ casi épico.

Mientras tanto, ‘La Paca’ sigue tomándose su tiempo, sin precipitarse. Por eso pasea por Son Banya sin prisas, escudriñando cada rincón. Mientras sus enemigos, que aún son muchos, esperan temerosos su próximo movimiento. La reina ha vuelto. Y es para quedarse.