Ioan Ciotau y Lucía Patrascu vivían desde hacía tres semanas en el apartamento donde se produjo el crimen.

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En la madrugada del 29 de mayo de 2016 una mujer asustada llegó al cuartel de la Guardia Civil de Pollença, para denunciar el infierno que vivía con su marido. La rumana Lucía Patrascu, de 47 años, fue cruelmente ignorada y cuatro horas después, cuando regresó a casa, su marido Ioan Ciotan, de 58, la cosió a puñaladas en el balcón de su apartamento del Port de Pollença, ante la mirada horrorizada de los vecinos. Esta es la crónica de un crimen que se pudo evitar y de una actuación policial ignominiosa.

Lucía e Ioan llevaban tres meses viviendo en un apartamento del Port de Pollença. Él era un maltratador implacable, que tenía aterrorizada a su esposa. El matrimonio tenía dos hijos. El 29 de mayo de 2016 de madrugada ella llegó al puesto de la Guardia Civil de Pollença y denunció a su marido por amenazas y coacciones. No se le tomó declaración ni se recogió su denuncia. Derrotada, regresó poco después a casa.

Ioan, controlador enfermizo, quiso saber qué había estado haciendo y tras una violenta discusión la acorraló en el balcón de la casa y le asestó hasta seis puñaladas. Ambulancias y guardias civiles acudieron a toda prisa al número 86 de la calle Verge del Carme, donde comprobaron que las cuchilladas eran mortales y que Lucía se debatía entre la vida y la muerte. Murió poco después.

El homicida fue arrestado allí mismo y no mostró un ápice de arrepentimiento. De hecho, se vanaglorió de lo que había hecho: «Yo soy el asesino la he matado porque era una hija de puta». Ingresó en prisión y en diciembre de 2018 se celebró el juicio con jurado popular en la Audiencia de Palma.

Los dos forenses que examinaron a Ioan Ciotan descartaron que sufriera un trastorno mental. «No puede ser tan corto, se tiene que manifestar», apuntó el doctor Julio López Bermejo. «No hay nada que nos haga pensar que actuara de forma extraña», añadió Borja Moreno.

Los médicos observaron rasgos paranoides y esquizoides en el acusado. «Son personas suspicaces, celosas y con reacciones de desconfianza. Tienen tendencia al aislamiento y poco interés en la vida social».

Lucía Patrascu era rumana y tenía 47 años de edad.

El perito contratado por la defensa, Fernando Gómez, realizó un informe sobre la salud de Ciotan. «Este señor padecía un trastorno mental transitorio, que es la anulación de comprender lo que uno está haciendo. Desde que su mujer abandonó el hogar empezó a sentir síntomas compatibles con un estado depresivo».

El doctor relató que Ioan Ciotan pensaba que Lucia Patrascu le estaba siendo infiel. «Llegó a un punto patológico de bajar a la calle a diario para comprobar si estaba el coche. Eso es una conducta anormal porque pensaba que se estaba viendo con otro hombre y se quedaba con su dinero del banco».

El especialista afirmó que el hombre tenía síntomas de estrés postraumático. Los otros dos forenses rechazaron este punto. En su último turno de palabra, el acusado del asesinato machista de Lucia Patrascu, Ioan Cotan, alegó que era un «hombre pobre» y que todo lo que ha ganado con su trabajo «estos 40 años» se lo dejaba a sus hijos a quienes también pidió «perdón».

Ioan Ciotan en el banquillo de la Audiencia de Palma, cuando fue condenado a 22 años.

A la hora de presentar sus conclusiones, tras el juicio, la fiscal Carmen Fernández, argumentó ante el jurado que considera que el crimen era un asesinato porque, entre otras cosas, el acusado le dijo a su hijo y a varios testigos que «la mató porque era una puta» y tras esto se sentó a esperar que le detuvieran porque ya había hecho lo que quería, debido a que «no soportaba» que ella «le fuera a dejar».

Finalmente, el 19 de diciembre Ioan Ciotan fue condenado a 22 años de prisión por asesinato con agravante de parentesco. Fue absuelto del delito de malos tratos. El jurado popular le declaró culpable por unanimidad y dieron por probado que el acusado, con «clara intención de asegurar la muerte» de la víctima, la acuchilló «sin que pudiera defenderse».

Los hijos de Lucía fueron indemnizados por el Ministerio del Interior con 40.000 euros cada uno de ellos, por el error policial que le costó la vida a la mujer. Cuando Ioan escuchó la sentencia apenas se inmutó. Los que le conocían lo tuvieron claro: «No está en absoluto arrepentido».