Todos los cuarteles militares de Palma, como el Ramix 91 de la foto, se pusieron en situación de máxima alerta tras los crímenes de Son Morro.

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Era la madrugada del 4 de julio de 1983 y lo que debía ser una guardia rutinaria en las instalaciones del centro de emisiones de Son Morro, en Palma, cerca de Puntiró, acabó en un dramático baño de sangre. El cabo de Aviación Jerónimo Fuster Pujades, de 20 años y natural de Manacor, mató a tiros a los jóvenes soldados Miguel Amengual Adrover, de s'Horta (Felanitx), y Rafael Tugores Payeras, de Muro. Luego, escapó del acuartelamiento armado con una pistola y un subfusil reglamentarios. Esta es la crónica de un doble crimen y un posterior suicidio que tuvo en vilo a la sociedad mallorquina hace 41 años.

Los artículos de la época, citando fuentes militares, detallan que el cabo Fuster, dos o tres meses antes de los dramáticos acontecimientos, sufrió una crisis emocional de tan devastadora que intentó quitarse la vida. Sin embargo, poco después continuó con sus labores de cabo en el Sector Aéreo. Nada, pues, hacía presagiar un final tan dramático.

El destino quiso que desde el viernes 1 de julio de aquel año, el Ejército decidiera incrementar la vigilancia en sus instalaciones de Mallorca, porque había indicios de que ETA podía intentar atentar en algún punto del país de manera inminente. Así pues, la guardia del 3 al 4 les tocó a los mallorquines Miguel Amengual y Rafael Tugores, a las órdenes del cabo que hacía las funciones de mando.

Nadie sabe a ciencia cierta qué ocurrió esa noche, la última para los tres jóvenes mallorquines. A la mañana siguiente, a las ocho, los soldados que entraban de turno de guardia se toparon con una escenario dantesco: Miguel y Rafael yacían sobre sus respectivas camas, en un gran charco de sangre. Habían sido tiroteados y presentaban heridas de bala en la cabeza.

Tras el impacto inicial, los responsables militares descubrieron que el cabo al mando estaba desaparecido. Y también echaron en falta una pistola Star del calibre 9 largo y un subfusil Z-70. Su dotación reglamentaria. El Ejército pidió apoyo "a la Policía gubernativa", según refieren las crónicas de la época, y el sospechoso del doble crimen quedó en situación de busca y captura.

Todos los esfuerzos, en aquellas horas frenéticas, se centraron en localizar a Jerónimo Fuster, cuyo paradero era una incógnita. Los investigadores temían que pudiera disparar a otras personas y todas las patrullas disponibles se movilizaron para detenerlo. Nadie sabía a ciencia cierta qué estaba pasando, pero un cabo armado y que presumiblemente acababa de matar a dos compañeros andaba suelto. Y se ignoraban sus intenciones.

Finalmente, a las seis de la tarde de ese día, un vecino que paseaba por las inmediaciones del Centro de Emisiones de Son Morro, se topó con el cadáver del suboficial. Se había quitado la vida con sus armas reglamentarias, que yacían junto al cuerpo inerte. Poco después, los tres jóvenes mallorquines fueron enterrados en sus respectivos pueblos: Muro, Felanitx y Manacor. La conmoción fue total y nadie entendía cómo se había producido la tragedia. Más de cuarenta años después, son muchas las incógnitas que todavía perduran sobre el doble crimen de son Morro.