Si hay una persona en Palma con la que es un gusto compartir es Rafa Ramos y también con Roberto Santos, su marido. Ambos son guapos, educados, gozan de una buena posición social y aunque de manera muy discreta se relacionan con algunas de las más sofisticadas fortunas del mundo. Rafa pudo celebrar en perfecto estado de revista una cifra redonda que no vamos a revelar por elegancia, pues algunos morirían de la envidia, qué quieren que les diga. El caso es que vivió su gran día en el Hostal Cuba rodeado de familiares y amigos, algunos de los más guapos y guapas de Palma o venidos de otras partes del mundo que correspondieron a la invitación con los looks de noche más elegantes.
Corbata negra para los señores y traje largo para las señoras, que es como hay que celebrar las grandes ocasiones. ¿No están cansados algunos de usar chándal o ropa de deporte para todo, incluso para salir a tomar una copa? Parece que no porque en la calle abundan estas prendas que en mi armario no tienen cabida, salvo alguna excepción. No me pongo «ropa cómoda» ni para estar en casa, entre otras cosas porque toda la ropa es cómoda si no aprieta. Y hay edades en las que es mejor no apretarse demasiado. En fin, que me voy por las ramas de la alegría.
El caso es que Rafa, al fin, después de tener que cancelar dos años por la pandemia y casi sin tener la certeza de poder realizarse, pudo bajo todas las medidas de seguridad requeridas, vivir su fiesta de cumpleaños. El ambiente que el Hostal Cuba preparó con esmero fue fantástico, la atmósfera era mágica donde miraras y rebosaba la buena energía desde todos los rincones, los chicos iban de cine, las chicas eran diosas. ¡Un lujo! Se sirvió cóctel, cena y combinados sin límite hasta bien entrada la madrugada, el photocall fue un disparate con fotos imposibles.
La noche amenizada por los dj's Xisco, Gato Suave que vino de Ibiza, Jordi Planella y Luis Riu, que hicieron de flautistas de Hamelin con los invitados hasta el momento tarta, que estaba deliciosa y prepararon los pasteleros del hotel, y los regalos. La locura se desató con las boas de plumas y las antenas, se subió el volumen de la música y la diversión se apoderó de todos y dura todavía hoy con este chupinazo final de recuerdo. Esperamos que la próxima sea al menos como esta última y todo vuelva a ser como antes del bichito porque no nos acostumbramos a su presencia, aunque lo disimulemos con gestos de normalidad.
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