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Han pasado volando estos 25 años, tanto que muchos universitarios ni siquiera recuerdan ni saben quién fue esta señora de solo 36 años que marcó a varias generaciones, sobre todo el día de su trágica muerte en París. Recuerdo a la perfección ese momento en que mi abuelo me lo contó entre sorprendido y triste, pues le recordaba demasiado a la muerte de su hija. La misma edad, un accidente de coche fortuito e inesperado que cortó un futuro que parecía prometedor. Sé lo que sintieron sus hijos en ese momento, y lo que deben estar sintiendo, y lo que sentirán cuando se cumplan 40 años de la muerte de su madre, es una herida de adolescencia que no cura del todo. Sin embargo, ellos han tenido que crecer y madurar oyendo o leyendo sobre su madre cada día de su vida. Es importante que sepan que ella fue la que creó el monstruo que acabó devorándola.

Ella fue la que buscó la ayuda de la prensa para salir de la pesadilla en la que estaba metida y lo hizo sin reparar en traiciones. Se casó siendo una niña a la que incluso su madre aconsejaba no hacerlo porque no la veía capaz de asumir el rol al que el matrimonio la obligaba. La señora no se equivocó. Conozco a muchos que la conocieron o trataron en algún momento y no hablan bien de ella. Su opinión es que era una niña mal criada que mostraba mala educación y mal carácter cuando no había cámaras delante. Ocurrió en Mallorca durante una de sus visitas con Carlos.

Los Reyes les habían organizado un día de playa a solas en una cala particular. La señora de la casa donde se encuentra la cala elegida bajó a pedirles si necesitaban algo. Pura cortesía. Se encontró a Carlos pintando una de sus acuarelas y a Diana tomando el sol a varios metros de distancia. Se enfadó tanto que, entre gritos, reprochó la visita de la anfitriona. Le habían prometido soledad, la ansiada soledad que la llevó a cometer errores gravísimos.