Fanny Tur. | Jaume Morey

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Tiene un corazón tan grande que no le cabía en Eivissa, de ahí que el Bloc la aupara hasta la dirección adjunta del IRL con sede en Palma. Me refiero a Fanny Tur, la Pasionaria de las autopistas, la Aurora Picornell de una izquierda que no va más allá de los brotes verdes. Cuando la derecha del cemento (Matas and Co) y la caciquil (los Matutes, Abel&Stella) unieron fuerzas para apuntillar Eivissa, Fanny Tur y gentes como ella intentaron pararles los pies. No lo consiguieron. Entre otras razones, porque Ramon Socias anteponiendo las razones de Estado (el Estado siempre es de derechas) a las de la lógica, les envió los antidisturbios. En cualquier caso, el ciudadano sí que actuó con lógica y al año siguiente (2007) expulsó el caciquismo de las instituciones. Un tiempo después (2008) Fanny Tur se sacudió el polvo del camino (el de Ca na Palleva, el de Can Malalt, el del Puig ) y aceptó la responsabilidad de sentarse tras la mesa de un despacho para rehacer la colaboración de las Illes Balears con el Institut Ramon Llull, rota por Matas y Maragall (para regocijo de Matas).
Fanny Tur goza de una amplia experiencia en el campo de la gestión cultural, no es una advenediza. Ha sido, en Eivissa, Consellera de Cultura, Patrimoni i Joventut (1999-2003) y de Medi Ambient (2002-2004) y cofundadora de la "Plataforma per la Llengua a Eivissa" i de "l'Arxiu de Cultura Popular". También participó en la puesta en marcha de Eivissa pel Canvi (2007) y es la Vicepresidenta de "Dones Progressistes d'Eivissa i Formentera". Entre otras cosas, es bibliotecaria y archivera. A ella se debe la organización del Arxiu Històric de l'Ajuntament d'Eivissa y de la Hemeroteca Municipal. Aún así, pese a su abultado tarjetero de presentación, no ha renunciado a la frescura de sus convicciones. Bendita suerte, la suya. Como a Blas de Otero, le queda la palabra. Y algo de la Eivissa de siempre, por supuesto.

Tiene la risa fácil. Mira a su interlocutor a los ojos y no aparta la mirada por nada del mundo. Huye de circunloquios, aunque es cauta. Fanny Tur (Sant Miquel de Balanzat, 1961) se licenció en historia (Córdoba, 1985) y desde 2008 es directora adjunta del Institut Ramon Llull (IRL). Su biografía es singular, pues ha combinado el activismo político con la política de despacho.
Le comento que me llama la atención su licenciatura en Córdoba.
Me responde:
Fanny Tur.- La UIB no me seducía, porque Mallorca era como no salir de casa. Y uno de mis tíos, que era militar, estaba destinado en Córdoba. Mi padre fue Guardia Civil.
Llorenç Capellà.- Antes del boom turístico, hubo muchos ibicencos que hicieron como su padre.
F.T.- Era una salida económica. El heredero se quedaba la finca y los demás tenían que buscarse la vida. Mis abuelos paternos tuvieron tres hijos y una hija. De los tres varones, dos entraron en el ejército, y otro, mi padre, ya se lo he dicho, en la Guardia Civil.
L.C.- ¿Vive, su padre ?
F.T.- Murió hace doce años. Así que me adelanto a su pregunta.
No vio cómo su hija se cruzaba delante de las excavadoras para impedir que destrozaran los predios por donde estaba previsto que pasara la autopista.
L.C.- La detuvieron dos veces.
F.T.- Y mi detención le hubiera dolido en el alma. Y también lo que estaba pasando ¡Todo! Fue un hombre de derechas, pero era hijo de payés. Amaba la tierra. De hecho, mi primera manifestación fue en defensa de les Salines. Y fui con él. Aún estaba en activo, supongo que infringió el código de comportamiento.
L.C.- Como en tantos otros sitios, en Eivissa ¿la tierra de labranza propia continúa queriéndose como a un hijo?
F.T.- Claro que sí. Y es lógico. Tenga en cuenta que la tierra era el sustento. Aunque se poseyera una propiedad pequeñísima.
El principal drama de los agricultores ibicencos respecto a las autopistas radica en que, siendo en su gran mayoría conservadores, se han sentido agredidos por la propia derecha. Imagínese la angustia de aquella gente que ve que le expropian lo que ha sido su pequeño patrimonio familiar durante generaciones y generaciones
L.C.- Puedo imaginármelo, sí.
F.T.- En la memoria colectiva aún se recuerdan las expropiaciones de cuando se hizo el aeropuerto en los años cincuenta o sesenta.
Fue algo traumático. Y los nietos, que han heredado la memoria, ven, impotentes, cómo vuelven a expropiarles para la autopista.
L.C.- De todas formas, supongo que el ibicenco ya no vive de la tierra.
F.T.- Y supone bien. Pero continua queriéndola, porque se halla ligada a infinidad de sentimientos a los que no renuncia. Además, las autovías se diseñaron en función de unos intereses claramente caciquiles.
L.C.- En beneficio de Matutes, dígalo.
F.T.- ¡Si lo digo siempre! No me escondo. Con dieciséis años entré a trabajar en Viajes Barceló. Únicamente los veranos, para pagarme los estudios Bueno, allí conocí a Mariano Marí, uno de los ecologistas más activos de la Isla. Me hizo tomar conciencia de que el territorio estaba en juego.
L.C.- ¿Y su padre ?
F.T.- Me comprendía. Pero recuerdo sus palabras: "Fanny, no veus que no podem guanyar, que són massa poderosos...?"
L.C.- ¿Le duele oír que Eivissa es como València, tierra quemada ?
F.T.- Por supuesto. Pero tanto o más que esto, me preocupa el desconocimiento que hay entre islas. Y el recelo. Ambas cosas, desconocimiento y recelo, aumentan, si cabe, nuestra fragilidad.
L.C.- ¿Se sabe y se siente catalana?
F.T.- Faltaría más. La balearidad significa catalanidad. No obstante, quiero incidir en la necesidad que tenemos de llegar a la plena normalidad nacional, la de los Països Catalans, desde la variedad que pueden aportar las distintas tierras que los conforman.
L.C.- Como quiera. Pero dejen de lado, ustedes, los de las instituciones culturales, la política de cuotas de representatividad.
F.T.- ¿No le gusta ?
L.C.- Es ridícula.
F.T.- Ya lo sé. Y estoy en contra. Si el IRL acude a una feria internacional no puede promocionar a media docena de artistas o de escritores, respetando la proporcionalidad. ¿Qué los seis mejores son de Formentera ? Pues que se promocione a los de Formentera exclusivamente.
L.C.- Toda la lucha y crispación social que ha generado la defensa de la tierra y de la lengua en Eivissa ¿ya se ha reflejado en la obra de algún escritor, de algún artista ?
F.T.- Jean Serra dedicó un poema a Ca na Palleva, una de las propiedades en donde entraron las máquinas de la autopista. Y Carlos Garrido, una canción.
L.C.- ¿A Ca na Palleva ?
F.T.- Sí. Por otra parte, en el Museu d'Art Contemporàni, en Eivissa, hubo, no hace mucho, una exposición de distintos fotógrafos, y la mayoría de las fotografías reflejaban situaciones relacionadas con la lucha antiautopista.
L.C.- A usted se la debe ver en todas.
F.T.- ¿Por qué ?
L.C.- Porque no se perdió ni un fregado.
F.T.- Ya es cosa pasada, aunque volvería a actuar tal como lo hice. En 2006, de enero a junio, participé en las concentraciones para impedir que las excavadoras entraran en Ca na Palleva. Nos reuníamos allí muy de mañana, a las seis. Y a veces a las cuatro de la madrugada.
L.C.- Aún así no consiguieron evitar el derribo.
F.T.- Fue una tragedia anunciada. Se priorizó la conservación de unas naves industriales de los Matutes.
L.C.- ¿Y la Guardia Civil ?
F.T.- Nos vigilaba, pero se encontraba incómoda. Otra cosa muy distinta fue la actuación de los antidisturbios venidos de fuera. Daba la impresión de que Eivissa había sido tomada militarmente.
L.C.- Además de detenerla, a usted la multaron con ciento cincuenta euros.
F.T.- Porque un Guardia Civil vestido de paisano afirmó que yo había insultado a sus compañeros cuando intentaban limpiar la zona de manifestantes para que las excavadoras pudieran acceder a Can Malalt. Mintió.
L.C.- ¿El Guardia Civil ?
F.T.- Sí. Y lo afirmaría ante quien fuera. Yo me he criado en la casa-cuartel y, aunque me he enfrentado a ellos, conozco sus obligaciones y les comprendo. Jamás les insulté. Aunque mis esfuerzos me costara. Los ánimos estaban muy caldeados.

La política cultural de los Països Catalans se ha de hacer desde la igualdad entre las distintas comunidades ”

L.C.- Al final se hizo la autovía.
F.T.- Y se abrió una herida social muy profunda. No quiero hablar de odio, pero sí de memoria. La gente no olvida.
L.C.- La derecha ya ha pagado. Perdió las elecciones.
F.T.- Y yo no creo en el revanchismo. Además, ahora el IRL absorbe todo mi tiempo.
L.C.- ¿Tuvo que pensárselo antes de aceptar el cargo ?
F.T.- Sí, porque implicaba alejarme de la familia, cosa difícil porque tengo dos hijos, uno de catorce y, otro, de diez años.
Pero me dije que era de las pocas afortunadas para quienes el tren pasa dos veces y acepté. Siempre les agradeceré al Bloc y a Presidència su confianza.
L.C.- ¿Por qué pasó el tren dos veces, para usted ?
F.T.- Porque en la anterior legislatura, antes de que el Govern abandonara el Llull, la Generalitat me había hecho la misma oferta. Y la desestimé.
L.C.- Jaume Matas se salió del Llull.
F.T.- Pero la culpa de la ruptura no fue exclusivamente suya. Maragall se la sirvió en bandeja.
L.C.-
F.T.- Por esto digo que la política cultural de los Països Catalans se ha de hacer desde la igualdad entre las distintas comunidades. Tengámoslo presente.
L.C.- Hábleme de sus trabajos de investigación.
F.T.- Estoy estudiando la biografía de Margalida Roig Colomar, una sindicalista de los años treinta que estuvo siete años en Palma, encarcelada en Can Sales. Nació en Sant Josep de sa Talaia.
Fue una de las mujeres más reivindicativas de Can Ventosa, una fábrica textil que ocupaba a infinidad de mujeres. El 13 de julio de 1936, cinco días antes del golpe de Estado, habían iniciado una huelga para mejorar las condiciones laborales.
L.C.- Y Margalida pagó por todas.
F.T.- Era la cabecilla. Así que, al caer Eivissa, la detuvieron y la trasladaron a Palma. Y le impusieron una multa de 6.666 pesetas. Como no pudo pagarla, le expropiaron un pedazo de tierra y la casa. Ya eran pobres, los Roig, y lo fueron más. Cuando la madre enfermó, solicitó que la trasladaran al Hospital Provincial para estar cerca de la cárcel de la hija. Pero fue un viaje inútil.
No pudo verla.
L.C.- ¿No permitieron que la visitara?
F.T.- No. Y la anciana murió en Palma, sola. Dos amigas de la familia viajaron desde Eivissa para amortajarla.
L.C.- ¿Cómo era Margalida Roig?
F.T.- Comprometida con su gente y valiente como pocas. Aún a sabiendas de que no le iban a rebajar la pena, no quiso mostrar arrepentimiento porque, según ella, no había cometido ningún delito. La buena gente siempre pierde. Su prometido la abandonó.
¿Cómo iba a casarse con una presidiaria ?
L.C.- ¿Qué fue de su vida?
F.T.- Se casó con Josep Bonet, un comunista cabal. Estando preso en Formentera enseñaba a nadar a los presos extremeños. ¿Sabe por qué ?
L.C.- Dígamelo.
F.T.- Porque llevados por la desesperación se echaban al mar para suicidarse y luego, si se arrepentían, no había vuelta atrás.
No recibían comida de sus familiares, porque la pobreza de Extremadura era extrema. Ni cartas, ni ayuda, ni ánimos
L.C.- ¿Es consciente, Fanny, de que con lo de las autopistas se ha convertido en un símbolo de la izquierda?
F.T.- No lo pretendo.
L.C.- Da igual.
F.T.- En todo caso, el protagonismo de la lucha contra las excavadoras corresponde a la gente. A la gente en plural. A la gente anónima, a la gente que dio la cara.
L.C.- ¿A qué le teme usted?
F.T.- A nada. Bueno, tal vez a que mis hijos se constipen sin estar yo en casa para atenderlos. Viajo continuamente. Sin embargo, ellos me saben cercana. Entienden que su madre, cada mañana, en vez de coger el coche para ir al trabajo, se sube al avión.
Pero que la tienen cerca, muy cerca.
L.C.- Y no lo está.
F.T.- Lo estoy. Duermo en casa entre cinco y seis noches por semana. ¿Sabe lo que significa ?
L.C.- Que se da unos hartazgos de avión tremendos.
F.T.- Pero vale la pena. Llego a Palma sobre las nueve de la mañana y, si no tengo ningún acto por la noche, regreso a Eivissa en torno a las siete de la tarde. Afortunadamente una de mis pasiones es la lectura.
L.C.- ¿Qué libro lleva en el bolso?
F.T.- "La pinça birmana", de Maria Jaén. Es una novela divertidísima.
Aunque yo no necesito que me alegren. Me río a solas. Siempre me levanto de buen humor.
L.C.- ¿Dónde vive?
F.T.- En Jesús, cerca de Santa Eulàlia. En una planta baja con jardín. ¿Le digo un secreto ?
L.C.- Sí.
F.T.- Me relaja no ver cemento alrededor. Tengo tres olivos y dos limoneros.
L.C.- ¿Por qué dimitió de Consellera de Medi Ambient en el Consell d'Eivissa ?
F.T.- Porque moralmente debía de defender la zona húmeda de Can Feixes. Y cuando el Ajuntament de Vila aprobó el Plan General que permitía urbanizar una parte, me fui. Quería y quiero vivir a bien con mi conciencia. Porque la conciencia, existe.
L.C.- ¿Y el cielo ?
F.T.- Quién sabe. Puede que sí. O que no. En cualquier caso no me preocupa. Aunque soy creyente. A mi manera, claro.