Xisco Busquets.- ¡Vaya movida musical que lleva usted entre manos...!
Pere Fiol.- A menudo pienso que soy un pringado y el más tonto del mundo, que me meto en demasiadas historias y que no tengo tiempo para nada... pero ¿por dónde tengo que recortar, si todo me parece igualmente necesario? La música me reporta no solo experiencias únicas, sino que me permite trabajar con amigos, que son cómplices de mis quimeras.
X.B.- ¿Y cómo lo vive? ¿Es un camino para entender su propia existencia o simplemente un oficio y una manera de pasar el tiempo?
P.F.- Me gustaría tener tiempo para saborear más las cosas, para dar a cada proyecto el tempo justo, pero... ¿Cómo lo vivo? ¡Como vivo!: ésta es mi vida, no puedo concebirla de otra manera. Si me hubiese dedicado a otra cosa seguramente ganaría mucho más dinero, pero yo no tengo la sensación de haber elegido... Estoy donde tengo que estar.
X.B.- ¿Por qué corremos tanto?
P.F.- La verdad es que no lo sé y me gustaría rebajar la tensión, pero cada día nacen nuevos proyectos y no hay tiempo que perder.
X.B.- Pero ¿sabe parar? ¿Cómo se relaja? ¿Sabe estar sin hacer nada?
P.F.- Rotundamente, no, no sé hacerlo.
X.B.- Porque claro, el que escucha música se relaja pero el que la interpreta, aunque disfrute, está en tensión, ¿verdad?
P.F.- Evidentemente: si no hubiese tensión no transmitiríamos ninguna emoción. Y esta mezcla de tensión y de placer es lo que hace excitante el hecho de tocar en público y lo que te permite conectar con las personas que escuchan la música que tú haces. Es una sensación fantástica, que descarga adrenalina, te mantiene alerta, te engancha y hace que necesites más...
X.B.- ...
P.F.- Además de esto, que es un puro deseo de autosatisfacción, la tensión es necesaria por una cuestión de responsabilidad: alguien se ha tomado la molestia de ir a escucharte; sin la tensión y el compromiso personal, si no me importase el resultado de la interpretación, sería un irresponsable con el público.
X.B.- También tiene un taller de instrumentos...
P.F.- Medio (risas), porque lo comparto con mi amigo Francesc Forteza. Nos dedicamos a la construcción, reparación y mantenimiento de instrumentos de cuerda, principalmente claves y guitarras. Nos lo pasamos muy bien y tenemos una complicidad enorme. Nuestra faceta de intérpretes nos confiere un estatus fantástico a la hora de construir instrumentos: sabemos qué queremos y cómo debemos trabajar para conseguirlo.
X.B.- ¿Qué es una guitarra 'tercina'?
P.F.- Es una guitarra de caja más pequeña que la habitual, que vivió su máximo esplendor durante el siglo XIX. Está afinada más aguda que la guitarra clásica y tiene un timbre distinto, más destacado. En el concierto de la semana pasada interpreté una pieza con una tercina, que es una réplica de un instrumento mallorquín de 1864, que hemos construido en el taller.
X.B.- Construcción de instrumentos, interpretación, docencia... ¿Qué es lo fundamental en la educación de un ser humano?
P.F.- El respeto. A uno mismo y a los demás. La honradez y el esfuerzo: nunca debemos pensar que ya lo sabemos todo ni que no nos queda nada por hacer.
X.B.- Y para ser un buen profesor, ¿qué se necesita?
P.F.- Mucha paciencia, y no me refiero solo a los alumnos más inquietos o a los que no estudian, sino que la educación es un proceso, un camino. No podemos esperar resultados inmediatos: hay que avanzar despacio, madurar, trabajar, revisar, vivir...
X.B.- Usted. ¿qué dotes se reconoce como educador?
P.F.- Nunca me lo había planteado... Me dicen que soy muy tranquilo -se equivocan totalmente, porque soy muy inquieto, pero también muy reservado y no suelo exponer fácilmente mis sentimientos-... Sí que soy paciente y constante -diría que soy muy cabezota- y no me gusta llorar por las cosas que no tienen remedio.
X.B.- Por ejemplo...
P.F.- Si un alumno viene a clase sin haber estudiado, no pierdo el tiempo en sermones ni en recriminaciones, sino que intento rentabilizar al máximo la clase y procuro que se vaya a casa con ganas de trabajar más. Debo reconocer que, a pesar de mis esfuerzos, a veces no lo consigo, pero yo no me doy por vencido.
X.B.- ¡Usted es un luchador...!
P.F.- Yo intento no molestar a nadie, trabajar honestamente y procuro hacer las cosas lo mejor posible. Y con esto me conformo. Estamos aquí y nos debemos un respeto, a nosotros mismos, a la especie, al planeta...
X.B.- No se enfade y dígame cómo es el método Ireneu Segarra...
P.F.- No me enfado pero me desagrada profundamente. Bueno, el niño, con el método Ireneu Segarra hace un recorrido inverso del que me enseñaron a mí: vive la música, la siente, la canta, la asimila y... finalmente, la escribe. De esta manera la lectura se comprende y la música no es un contenido abstracto que debe memorizar. Existen otros métodos que enseñan música... a nosotros nos gusta decir que nosotros educamos en la música.
X.B.- ¿Quién es Ireneu Segarra?
P.F.- El padre Ireneu Segarra, desaparecido en 2005, fue un monje benedictino que durante cuarenta y cinco años dirigió la escolanía de Montserrat. Realizó una labor impagable en el campo de la composición y, sobre todo, de la pedagogía musical y al que un gran número de músicos actuales debemos mucho. Desarrolló un método de enseñanza de la música basado en el canto -la canción tradicional- y en la experiencia sensitiva de los alumnos.