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Al hablar adelanta la barbilla. Aunque reflexivo, se expresa apresuradamente. Antoni Vera (Palma, 1957) es sacerdote. Estuvo siete años en las misiones del Perú, y cuatro y once respectivamente al frente de las parroquias palmesanas del Camp Rodó y de Son Gotleu. Ahora preside Càritas Mallorca, una entidad que acaba de cumplir el medio siglo al servicio de los más necesitados. Le pregunto si Càritas gestiona el dolor o la esperanza. Me responde:
Antoni Vera.- Ambas cosas a la vez. Para entendernos: gestionamos el sufrimiento que provoca una crisis que, por su duración, ya se ha convertido en crónica. Pero lo hacemos desde la esperanza. Si estamos a punto de perderla, nos la devuelve la entereza de quienes vienen a nosotros en busca de ayuda.
Llorenç Capellà.- ¿Se sale sin traumas de la pobreza?
A.V.- Si me lo hubiera preguntado hace cuatro o cinco años, le hubiera dicho que sí, ya que se cebaba, básicamente, en la inmigración. Nos pedían ayuda aquellas personas que desconocían el país de acogida o que tal vez tuvieran necesidad de apuntarse a algún tipo de taller de aprendizaje. Pero, en fin, todas
acababan encontrando trabajo e iban progresando paulatinamente. Sin embargo, ahora vuelven a Càritas, otra vez, las mismas, en busca de ayuda, porque lo han perdido todo: la colocación, los escasos bienes...
Y se las ve abatidas, sin fuerzas para levantarse de nuevo.
L.C.- Las comprendo.
A.V.- Y yo también. Muchísimos sudamericanos regresan a su país. En cambio los africanos se quedan. Para ellos, la crisis de aquí es más soportable que la pobreza extrema de su tierra de origen.
L.C.- Sólo se refiere a los inmigrantes...
A.V.- Porque constituyen el bloque de necesitados más numeroso. Sin embargo, ya es notable el grupo de mallorquines, o de peninsulares que llevan varias décadas en Mallorca, que han gozado, incluso, de una posición económica buena o desahogada. Son gentes que acuden a Càritas en busca de ayuda tragándose la vergüenza, porque no podían imaginarse verse en la indigencia. Y se las nota vencidas en todos los aspectos, porque el derrumbe no es sólo económico,sino de autoestima, de personalidad... Incluso afectivo. Sin dinero, las parejas discuten,la relación se torna tensa.
L.C.- ¿Aumentan las separaciones?
A.V.- No me atrevo a afirmarlo. Pero es evidente que la necesidad no favorece la convivencia. ¿Aquellos hijos a los que los padres apuntaban a clases de piano o a los campamentos de recreo...? Pues se quedan en casa. Ya no van ni a piano ni a campamentos. Y se ven obligados a cambiar de amigos, porque no pueden seguir el ritmo de gasto de los que habían tenido hasta entonces.
L.C.- Conozco casos así.
A.V.- Los hay en cada calle. La crisis nos ha cambiado la definición de pobreza. Hasta ahora el pobre era el que no tenía nada o casi nada. Pero actualmente también puede ser pobre aquel que disponiendo de un sueldo respetable se ha creado unas obligaciones que sobrepasan las posibilidades de su nómina. Para entendernos: el sueldo, por bueno que sea, no se corresponde con la hipoteca que está pagando.
L.C.- ¿Los bancos y cajas han jugado sucio?
A.V.- Probablemente. Pero no quiero echarles toda la culpa, porque a todos nos corresponde una parte. Usted me ha hablado de esperanza... Pues mire, si algo positivo puede tener la situación actual es que igual nos hace recuperar algunos valores que cotizaban a la baja.
L.C.- Dígame uno.
A.V.- El de la austeridad. ¿Hace falta recordar que se puede ser feliz sin gastar el dinero a manos llenas...? No se es más rico ganando más, sino administrando mejor. Hace una década, había albañiles y yeseros que ganaban tres mil euros al mes. ¡Una fortuna...! Y el banco no tenía inconveniente en concederles créditos millonarios. Y ahí estamos: entre la falta de previsión de los unos y la ambición de los otros se fue creando una espiral diabólica.
L.C.- ¿Diabólica...? ¿En qué sentido?
A.V.- En el sentido de que vivimos en función del dinero. El medio se ha convertido en un fin. Y esto es diabólico. Y vale la pena que reflexionemos sobre ello. La economía tiene que estar al servicio de la persona, no al revés.
L.C.- Càritas Mallorca se fundó hace cincuenta años. ¿Se enfrentaba a otras necesidades, a otra problemática...?
A.V.- Por supuesto. La sociedad pasaba de una economía de resistencia a otra de moderado progreso, y una familia salía adelante con muy poca cosa. Además, dejábamos atrás la posguerra y la esperanza colectiva se
cifraba en hallar un trabajo fijo, en tener cubiertas las necesidades más esenciales... Càritas surgió del trabajo de los católicos de base a través de la vida parroquial.
L.C.- ¿Quiénes eran los necesitados?

Ya sé que podríamos discutir sin ponernos de acuerdo en torno a lo que es caridad ”

A.V.- Los inmigrantes peninsulares: familias enteras que venían en busca de un trabajo en la construcción o en la hostelería. Y la Iglesia supo estar a su lado. Ya sé que podríamos discutir sin ponernos de acuerdo en torno a lo que es caridad. Y reconozco que la caridad, a veces, ha sido un insulto. No obstante, y esto es lo que cuenta, hubo gente de Iglesia al lado de los trabajadores y las trabajadoras de hostelería que vivían en unas condiciones vergonzantes.
L.C.- En régimen de explotación. Dígalo.
A.V.- Lo digo. Pero, claro, la Dictadura apoyaba al empresariado y, por otro lado, eran gentes, los inmigrantes, que provenían de Extremadura o de Andalucía en donde la miseria era absoluta. ¿Y qué iban a hacer...? Callaban y servían al patrón por un plato de mala comida y una colchoneta en un sótano sin ventilación del hotel. Toda esta gente acabaría residiendo en las urbanizaciones sociales del Camp Rodó, de Son Gotleu, de Son Cladera... Y le digo una cosa: la inmigración africana ha ido ocupando estos barrios, porque sus primeros habitantes han vuelto a su lugar de origen o han podido adquirir una vivienda mejor. Vaya usted, ahora, a pasear por sus calles...
L.C.- ¿Qué veré...?
A.V.- Si no cierra los ojos, miseria absoluta. Una miseria que asusta y avergüenza.
L.C.- Hay muy pocos africanos delincuentes.
A.V.- Poquísimos. Y los senegaleses, concretamente, son de un carácter admirable. Se esfuerzan por ser optimistas y agradecen cualquier tipo de ayuda. Tenga en cuenta que esta gente, no sólo los senegaleses,
sino muchos de los africanos que residen en la isla, han llegado clandestinamente. Y han sufrido lo indecible.
L.C.- Cada vez que se localiza una patera, la Delegación del Gobierno lo celebra como si se tratara de un trofeo de caza.
A.V.- Me he dado cuenta.
L.C.- ¿Y...?
A.V.- ¿Qué voy a decirle...? Es un problema de valores que debería avergonzar a la sociedad entera. Para mí no hay inmigrantes ilegales, sino personas dignas de ayuda que buscan un mundo mejor. Hagamos una
economía para todos. Este, al menos, debería ser nuestro objetivo y no el de capturar pateras... De lo contrario, esta Europa que nos parece el espejo de las civilizaciones se nos hará irrespirable.
L.C.- Entre los méndigos abundan los europeos del Este.
A.V.- Y muy pocos solicitan la ayuda de Càritas. Provienen de países que han soportado guerras muy crueles. Y han endurecido el carácter. Viven en un entorno cerrado, inasequible para quien no es del clan.
L.C.- ¿Cree usted en los milagros?
A.V.- ¿Cómo no voy a creer si los veo a diario...? Cada vez que observo cómo trabaja el voluntariado de Càritas, me rearmo moralmente. He ahí un milagro cotidiano. Casi siempre enumeramos los egoísmos del mundo, pero no sus valores positivos. Y lo cierto es que en los últimos años la solidaridad de los mallorquines ha aumentado considerablemente. ¿Qué le diría usted a una persona que vive con una pensión de quinientos euros y nos hace llegar cincuenta cada mes...?
L.C.- Decirle, no le diría nada. Le daría un beso.
A.V.- Pues esta persona existe. Y como ella, hay muchas más. Càritas dispone de voluntarios que aportan dinero. De otros, que imparten cursillos. De otros, que mitigan la soledad de los ancianos o ancianas.
L.C.- La soledad...
A.V.- En los últimos años se ha agudizado. Hemos puesto en marcha en algunos pueblos del Pla, un programa llamado "Cerca de ti". Visitamos a las personas mayores que apenas salen de casa para hacerles
compañía y, si no están impedidas físicamente, las sacamos a pasear. Damos una vuelta por las calles del pueblo, saludamos a la gente... Pretendemos que restablezcan los lazos de convivencia que se rompieron
por cualquier causa: por depresión, por cansancio, por vejez...
L.C.-...
A.V.- El mérito de Càritas estriba en detectar las necesidades de los más desfavorecidos para subsanarlas de acuerdo con nuestras posibilidades. Y normalmente nos adelantamos a cualquier otra organización.
¿Sabe por qué...?
L.C.- No.
A.V.- Porque Càritas es la Iglesia y, la Iglesia, se halla en cada barriada y en cada pueblo. Todas las parroquias disponen de su grupo de asistencia social. Aunque la pobreza es llamativa. Quien la ignora es
porque quiere.