Bräutigam cuenta con seis vacas menorquinas nodrizas y destina su carne a la venta. | Assumpta Bassa

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Nació en Alemania en 1964 y en 1987 se trasladó a España para trabajar en el sector de la banca. En 1995 vino a Mallorca y su vida dio un giro radical cuando se le presentó la oportunidad de cambiar los números por la agricultura. Georg Bäutigam cuenta ahora con una explotación propia, la finca Can Piol, ubicada en el término municipal de Vilafranca donde se dedica a la horticultura y a la ganadería. Previamente desarrolló su actividad en una finca como aparcero en Capdepera, durante casi 20 años.

«Empecé de la nada con un pequeño huerto en Sineu aplicando el sistema de parades en crestall de Gaspar Caballero. Y poco a poco he ido aprendiendo, equivocándome y dando un paso adelante. Me apunté a diferentes cursos. No vengo de familia de agricultores, en este sentido me costó más que si los conocimientos se transmiten de generación en generación. Yo empecé de cero».

La finca cuenta con una superficie de 5,1 hectáreas y tiene otras seis arrendadas para pastos y forrajes. Está inscrita en el Consell Balear de la Producció ecològica. Vende el producto local en la finca pero también a través del distribuidor Va de Bio. «Antes teníamos una cooperativa formada por cuatro socios pero se disolvió. Se llamaba Això és vida. De ahí surgió Va de Bio».

Le gusta mucho su trabajo. «Es un trabajo duro pero la naturaleza es muy gratificante, siempre te sorprende. Además está el plus añadido de trabajar al aire libre». En su huerta ecológica crece rúcula, remolacha, calabacines coles, endivias tomates, habas... y también hierbas aromáticas.

Considera que «en los últimos años ha crecido la conciencia por el producto local, de kilómetro cero y por ello creo que la buena demanda garantiza el futuro de la agricultura».

Uno de los principales problemas considera que es «que la gente no está acostumbrada a consumir el producto de temporada. Quieren comer de todo en cualquier temporada. Es mucho más sano, con más vitaminas y alimenta mejor».

Por otra parte también se dedica a la ganadería. «Tenemos seis vacas nodrizas menorquinas destinadas a la venta de carne. Pastan por el campo, no les damos pienso ni harinas, también tenemos gallinas y fabricamos miel».

En cuanto a su clientela, Bräutigam explica que «tanto los residentes como los turistas consumen el producto de aquí».

Los efectos del cambio climático se notan. Así lo explicó. «Ha sido un periodo irregular con algunas consecuencias para el grano. El mes de mayo fue atípico, llovió mucho y era problemático para el tomate. Con este calor las plantas sufren mucho y hay que regar la tierra con mucha más frecuencia».
En su finca acoge voluntarios procedentes de diferentes países. «Trabajan 30 horas a la semana a cambio de comida y de alojamiento. Estamos en una plataforma todo el año pero sobre todo cuando más vienen los voluntarios es en verano», concluyó.