La temperatura del agua tiene efectos directos en la salud.

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Con la llegada del invierno, es común que las duchas se vuelvan más calientes de lo habitual para combatir el frío. Sin embargo, mantener una temperatura adecuada al ducharse es fundamental para proteger la salud de la piel y el cabello, ya que el agua demasiado caliente puede causar daños a largo plazo. Cuidar la dermis es esencial para mantener su salud y apariencia. Cuidarlos previene la sequedad, irritaciones, envejecimiento prematuro y daños estructurales, garantizando hidratación, elasticidad y una apariencia saludable.

El agua demasiado caliente puede ser perjudicial tanto para la piel como para el cabello. Su uso frecuente elimina los aceites naturales que mantienen la piel hidratada, causando sequedad, irritación e incluso empeorando afecciones como la dermatitis o el eczema. En el caso del cabello, el calor excesivo debilita la fibra capilar, favoreciendo la caída, el quiebre y la aparición de puntas abiertas. Además, puede provocar enrojecimiento y sensibilidad en el cuero cabelludo. Por ello, es importante regular la temperatura del agua y optar por duchas tibias que no afecten la salud de la dermis ni del cabello.

Temperatura ideal

Según estudios, se considera agua caliente cuando supera los 37ºC, la temperatura promedio del cuerpo humano. Sin embargo, una persona puede tolerar temperaturas de hasta 43ºC sin sufrir quemaduras inmediatas, aunque esta tolerancia varía dependiendo del tiempo de exposición y de la sensibilidad individual de cada uno. Es fundamental tener en cuenta estos factores para evitar efectos adversos sobre la piel y el cabello. En definitiva, lo ideal sería ducharse con agua templada, con temperaturas que oscilan entre 25º y 35º, ya que resulta más suave y beneficiosa.

Una ducha templada no solo puede ser relajante, sino que también ofrece múltiples beneficios para la salud, alivia los músculos y las articulaciones doloridas, mejora el estado de ánimo y favorece un mejor descanso nocturno. Sin embargo, los dermatólogos advierten que el agua caliente, especialmente cuando se combina con jabones que contienen fragancias e ingredientes agresivos, puede dañar la barrera cutánea, la capa externa de la piel. Además, hay que tener en cuenta el tiempo de exposición al agua caliente, ya que una ducha prolongada puede debilitar aún más esta parte de la piel. Idealmente, una ducha debería durar entre 5 y 10 minutos.

Las ventajas de las duchas frías

Por otro lado, el agua fría parece ofrecer muchas propiedades beneficiosas. Una ducha por debajo de los 30ºC tiene un efecto vasoconstrictor, es decir, contrae los vasos sanguíneos, lo que aumenta temporalmente la presión arterial. Sin embargo, a largo plazo, favorece un efecto regulador que contribuye a reducirla. Además, estudios han comprobado que ayuda a reducir la inflamación en personas con afecciones como la rosácea o dermatitis atópica. Los expertos recomiendan un aclarado con agua fría para mantener el cabello fuerte y brillante, la piel tersa y estimular la circulación sanguínea en todo el cuerpo.