Los ácaros del polvo doméstico son microorganismos que prosperan en ambientes con una humedad relativa superior al 75% y temperaturas elevadas. Se alimentan de células muertas de la piel humana y se encuentran comúnmente en colchones, almohadas, alfombras y muebles tapizados. Sus excrementos y restos corporales son potentes desencadenantes de reacciones alérgicas, como rinitis y asma.
Por otro lado, los hongos y mohos liberan esporas al aire, especialmente en condiciones de alta humedad. Estas esporas, al ser inhaladas, pueden provocar síntomas alérgicos en individuos sensibles, incluyendo congestión nasal, estornudos, tos y, en casos más severos, exacerbaciones asmáticas.
La exposición continua a estos alérgenos en ambientes húmedos puede intensificar los síntomas alérgicos y disminuir la calidad de vida de las personas afectadas. Además, la humedad facilita la acumulación de polvo y la proliferación de cucarachas, cuyos alérgenos también contribuyen al empeoramiento de las alergias respiratorias.
Para mitigar estos efectos, es fundamental controlar los niveles de humedad en el hogar. Se recomienda mantener una humedad relativa por debajo del 50%, utilizando deshumidificadores y asegurando una ventilación adecuada en todas las estancias. Asimismo, es aconsejable limpiar regularmente las superficies propensas a la acumulación de humedad, como baños y cocinas, y reparar posibles filtraciones de agua que puedan favorecer la aparición de moho.
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La humedad es terrible