Los torreznos son pedazos de tocino para freír.

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«Doña Justina, almorcemos, que no ha de faltar pan y vino, carne y tocino, queso y cecina». Es parte del léxico que esgrime una heroína del siglo XVII, la Pícara Justina, la cual ha de vencer con inteligencia y astucia, siendo la sirvienta de una posada de camino real, cuantos peligros y bromas pesadas se le presentan, pues es joven y hermosa. Por otra parte son páginas que nos muestran un dominio perfecto de la lengua. El libro salía de la imprenta de Cristóbal Lasso Vaca, en Medina del Campo, en el año 1605, y Julio Puyol y Alonso, que la estudió a fondo y trabajó con documentos de la época, opina que podría ser atribuido a un tal Fray Andrés Pérez, fundándose en el sabor leonés de sus escritos y comparando la redacción de dicha novela picaresca con la obra del religioso titulada Historia de la vida y milagros de San Raimundo de Peñafort.

Acabemos considerando un punto más que obligaba un fraile al anonimato al interpretar un papel femenino: la existencia de la Inquisición. Y en lo tocante a gastronomía, leemos: «Entró un tocinero muy gordo de cuerpo y chico de brazos, con unos ojos tristes, como de besugo al horno…». A lo que en otro lugar de los textos se añade: «Ajos y puerros, truchas baratas, huevos y torreznos… y lamprear los torreznos en la sartén…». Y explica en otro lugar que, «mi madre era muy devota de la cosa de asar y en especial, prendida por la longaniza y el tocino...»

Y como los torreznos son pedazos de tocino para freír, vamos a preparar, según una receta antigua, un plato sencillo que nos retrotrae a aquellos tiempos: En primer lugar hervimos un kilo de nabos sin pelar y una vez blandos, les quitamos la piel y los cortamos en rodajas más o menos gruesas. Disponemos, luego, de un cuarto de kilo de tocino fresco en lonchas, que colocamos, la mitad del mismo, en una fuente para horno. Después ponemos una capa de nabos y los salpimentamos ligeramente. A continuación lo cubrimos con dos cebollas finamente troceadas. Para terminar, colocamos por encima de todo ello, el resto del tocino. Ya solo nos queda poner la fuente en el horno, a buen fuego, por espacio de diez minutos, vigilando que no se queme.