Amar es también reconocer con humildad que el otro tiene también su sombra y sus retos | kaboompics (Pixabay)

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Uno de los aprendizajes más profundos que me han dado las constelaciones familiares es reconocer las muchas veces que he confundido el amor con la codependencia. El trabajo con las constelaciones familiares nos enseña que lo que pensamos que es amor es realmente una necesidad inconsciente, que responde a patrones que permanecen ocultos en nuestros sistemas familiares.

Casi nadie nos enseña lo que es el amor porque casi todos nosotros venimos de sistemas familiares que han confundido las heridas con el amor o con el sentido de pertenencia.

En las constelaciones familiares podemos claramente ver los discursos que repetidamente se han ido consolidando de manera inconsciente en las familias y que se convierten en el sello de pertenencia al sistema familiar pero que limitan enormemente la expresión genuina del amor.

Es muy difícil llegar a una pareja si no hemos trabajado antes el entendimiento que tenemos del amor y que viene de nuestro sistema familiar. Imagina a dos personas que llegan a una relación y que ambos vienen con el bagaje inconsciente de lo que entienden por amor. Por ejemplo, quizá para uno el amor se expresa en la puntualidad exagerada mientras que para el otro el tiempo es relativo y lo que realmente importa son los detalles o las palabras amorosas.

Los discursos del amor los aprendemos a muy temprana edad, cada uno de nosotros entiende por amor lo que hemos recibido de nuestros padres.

La forma en que nos vinculamos, la forma en que expresamos el amor o las expectativas que tengamos del otro serán siempre lo que hemos aprendido desde niños.

Muchas veces hemos aprendido formas muy tóxicas de entender el amor, por lo que desaprender es fundamental. Desaprendemos para volver a aprender y este puede ser un camino muy doloroso y a veces más tardado de lo que nos gustaría. Sin embargo, hacerse adulto, desde la perspectiva de las constelaciones familiares, es entender que básicamente estamos solos, que el otro es un compañero de viaje pero no es la persona que va a resolver tus carencias.

Amar es aceptar y para aceptar hay que hacer primero espacio a todo lo que necesitamos aceptar en nosotros mismos. Mirar primero nuestra sombra para poder aceptar la sombra en el otro. Amar es mirar al otro sin expectativas, sin demandas.

Amar es amarnos primero nosotros mismos y amarnos significa reconocer la sombra, la carencia, la limitación. Sólo entonces podemos mirarnos y mostrarnos plenamente. Sólo entonces entendemos que el amor es una calidad de presencia, de acompañarse, de entenderse, de mirarse.

Mirarse en el espejo de la pareja, sin querer que ese espejo sea todo lo que necesitamos resolver primero en nosotros mismos. Amar es también reconocer con humildad que el otro tiene también su sombra y sus retos, que nuestra presencia puede reflejarle en neutralidad y sin expectativas lo que necesite resolver en si mismo.

El camino al amor es el camino a la madurez y al entendimiento silencioso de que amar es aceptar y reconocer.