Irlanda: Randolph; Coleman, O'Shea, Clark, Brady; McCarthy (McGeady, min.85), Whelan, Hendrick; Hoolahan (Hoolahan, min.78); Walters (McClean, min.64) y Long.
Suecia: Isaksson; Lustig (Johansson, min.45), Lindelöf, Granqvist, Olsson; Larsson, Lewicki (Ekdal, min.86), Källström, Forsberg; Berg (Guidetti, min.59) e Ibrahimovic.
Goles: 1-0, m.48: Hoolahan. 1-1, min.71: Clark, en propia meta.
Árbitro: Milorad Mazic (Serbia). Amonestó a McCarthy (43) y Whelan (77) por Irlanda, y a Lindelöf (m.61) por Suecia
Incidencias: encuentro correspondiente a la primera jornada del Grupo E disputado en el Estadio de Francia, en Saint-Denis, ante unos 80.000 espectadores. Lleno. Antes del partido hubo una falsa alarma por explosivo en una de las puertas del campo.
Irlanda y Suecia jugaron en el Estadio de Francia un partido tremendamente entretenido, con un derroche generoso en busca de la portería rival y un empate que no le sirve demasiado a ninguna, pero que responde a lo visto en el campo.
Ambos equipos encontrarán algunos motivos para sentirse satisfechos de su partido, aunque el hecho de compartir el «grupo de la muerte» junto a Italia y Bégica les hará depender de los resultados que puedan cosechar ante estos.
Aunque Suecia comenzó llevando la iniciativa, pronto descubrió que iba a ser una tarde para sudar, apretar los dientes y encomendarse a la buena fortuna en numerosas ocasiones.
En la primera parte, Irlanda pasó por encima de Suecia, y es posible que todavía se esté preguntando cómo no fue gol alguna de las tres o cuatro oportunidades claras que tuvo.
Con cada «uy», el técnico Martin O'Neill, tan inexpresivo fuera de la cancha como expresivo dentro de ella, pegaba un respingo y se mesaba los cabellos, atónito ante la colección de oportunidades desaprovechadas, principalmente en disparos desde fuera del área.
Aunque sin elaborar demasiado su fútbol, Irlanda fue mucho más incisiva, le puso el alma que le faltó a Suecia, y sus jugadores prácticamente no dejaron respirar a los de amarillo, que solo daban señales de vida cuando podían dar cuatro pases seguidos.
En el minuto 10, el medio centro verde Jeff Hendrick ya demostró su disparo de media distancia, que obligó al veterano Isaksson a una buena intervención.
Tanto Hendrick como el lateral Robbie Brady -a sus 24 años, de los más jovencitos en el plantel de mayor edad media del campeonato- fueron un dolor de cabeza constante para los suecos junto al media punta Hoolahan, nombrado jugador del partido, y al delantero Shane Long, que viene de firmar una gran temporada en el Southampton.
El central O'Shea estuvo a punto de llegar a empujar un balón a puerta vacía que había desviado de cabeza su compañero de zaga Clark, y sendos zapatazos de Brady y Hendrick desde fuera del área -este último pegó en el larguero- a punto estuvieron de adelantar a la selección del trébol.
De poco le valió a «Ibra» y sus compañeros el paso por vestuarios. Nada más comenzar el segundo tiempo, Hendrick volvió a poner a prueba a Isaksson.
Era cuestión de tiempo, y llegó. En el minuto 48, Coleman protagonizó una fenomenal internada y su centro atrás desde dentro del área lo remató de manera impecable, de primeras y a bote pronto, el habilidoso Hoolahan.
Solo entonces pareció despertar Suecia, que había dormitado con una intensidad a años luz de la de sus contrincantes. Irlanda tenía ya el botín que quería, un gol de ventaja que le permitió cerrarse sin rubor e intentar resistir el asedio sueco.
El problema para los de verde es que cuando Ibrahimovic y sus chicos decidieron por fin aterrizar en París, su fútbol (y sus torres) comenzaron a imponerse.
Aunque la estrella sueca no había dejado muchas huellas en el partido, una internada suya por la derecha del área irlandesa, habilitado de tacón por Guidetti, acabó en un pase de la muerte que el central Clark cabeceó de manera inapelable a su propia portería.
Se le hizo muy larga la segunda mitad a Irlanda, que todavía vio como «Ibra» no llegó por los pelos a un centro del incombustible lateral Olsson a ocho minutos del final.
Ya con poco combustible en los dos bandos, el choque pereció con un empate en un duelo sin un fútbol exquisito pero lleno de intensidad y alternativas.
Y tan futbolero como el partido fue el ambiente en el Estadio de Francia, donde dos de las hinchadas más animosas y con mayor solera de Europa convirtieron el choque en una auténtica fiesta antes, durante y después del encuentro.
Las aficiones cantaron juntas y se aplaudieron mutuamente. Poco más o menos, lo opuesto a las dantescas imágenes vividas en Marsella el fin de semana.
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