Los jugadores de España celebran uno de sus goles contra Croacia. | ROBERT GHEMENT

TW
0

España rubricó un estreno soñado. Un festival ante Croacia -sobre todo en el primer tiempo- que encendió la mecha de la ilusión. La selección nacional, huérfana de estrellas, se mueve más como un equipo que como una selección. Como un bloque. No hay figura. No hay cracks. No hay egos...

El descaro de dos extremos imberbes como Lamine y Nico; el idilio con el gol de Morata cuando se viste la roja; el buen comportamiento de Fabián Ruiz, que pasa de puntillas en el PSG de Luis Enrique, y el resurgir de Pedri propiciaron un debut esperanzador que acalla a los agoreros. Croacia, plata y bronce en los dos últimos Mundiales, parece haber pasado ya su mejor época. Los años pesan y Luka Modric ya no es aquel futbolista que conquistó el Balón de Oro. Fue muy frágil en defensa y raquítica en ataque.

España, todo lo contrario. Alejados de la cultura del tiki taka, el combinado de De La Fuente apuesta por un fútbol más vertical. Más efectivo que bonito, que arrolló a su rival en un primer acto para enmarcar. En el segundo, el partido se atascó. Unai Simón le quiso dar más picante a la tarde con un regalo absurdo que afortunadamente no tuvo consecuencias. El jueves espera Italia.