Rossi (Honda RC 211 V) dejó claro, una vez más, que quien manda
en MotoGP es él, pues si bien las diferencias finales resultaron
exiguas, lo cierto es que el campeón italiano dio muestras en todo
momento de tener controlada la carrera. Durante buena parte de la
prueba aguantó los envites del español Sete Gibernau (Movistar
Honda RC 211 V) pero cuando decidió que esa situación tenía que
cambiar hizo lo propio, modificó su ritmo y se marchó sin
paliativos en pos de la victoria, camino de la cual regaló a todos
los aficionados un espectacular levantamiento de rueda delantera de
su moto, con el que perdió toda su ventaja frente al español, pero
ya había atravesado la línea de llegada. Prácticamente todos sus
rivales estuvieron cerca, pero también lejos, ya que quedó patente
que cuando Rossi decide imponer su ley no hay nadie que le pueda
dar réplica y eso quedó claro a pesar de las ganas que tenía Sete
Gibernau de alterar el orden natural.
El piloto de la Movistar Honda quería regalar a su afición, más
de 121.000 espectadores en la matinal dominical, una nueva
victoria, pero en esta ocasión el piloto de Tavullia no estaba
dispuesto a ceder un ápice y no lo hizo. Su triunfo fue una vez más
incontestable y ahora, sólo faltaba la comunicación oficial de su
paso a Yamaha, en donde buscará nuevos retos que le permitan
demostrar que sobre la moto, sea de la marca que sea, él es el
mejor del mundo.
Sólo faltaba por dilucidarse un campeón del mundo, el del cuarto
de litro, título al que aspiraban dos transalpinos, el sanmarinense
Manuel Poggiali y su Aprilia y el italiano Roberto Rolfo y la
Honda. Pero pronto quedó claro que uno, el primero, no iba a
cometer errores, y que el otro, el segundo, no podía dar la justa
réplica en la carrera valenciana.
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