Giorgio Lorenzo pasó a la historia el pasado veinte de
septiembre. Su victoria en el Gran Premio del Brasil permitió que
Jorge explotara y demostrara a todos los que confiaron en él con
quince años que tiene madera de campeón. Con dieciséis años y 132
días, el piloto mallorquín y gran baza de futuro de Giampiero
Sacchi era el español que subía a lo más alto del cajón más
prematuramente.
Nacía una leyenda para el deporte balear y español. Los
kilómetros y esfuerzos de su padre, Chicho, cobraban forma en el
Nelson Piquet. Había pasado poco más de un año desde su puesta de
largo en Jerez y el mundo ya conocía de primera mano las virtudes
de un descarado joven con un pilotaje que le convierte en peculiar
y una timidez que sobre dos ruedas y a más de doscientos kilómetros
por hora se transforma por arte de magia en garra.
Su segundo curso entre los boxes de los mejores circuitos del
planeta lo redondeaba con la pole y el tercer puesto en Sepang.
Jorge cumplía con creces y devolvía la confianza depositada desde
hace años por Caja Madrid.
Atrás quedaban los problemas mecánicos y las caídas que le privaron
de explotar en un momento más adecuado, pero con el tiempo y sin
hacer mucho ruido, Jorge se abrió paso y rubricó un gran año en el
octavo de litro para el motociclismo español. El mallorquín, junto
a Dani Pedrosa -campeón del mundo-, Héctor Barberà y Pablo Nieto
entraba a formar parte de una familia cada vez más numerosa al
inscribir su nombre en el libro de honor del Mundial, el sueño por
el que trabaja desde que a los tres años se montó por primera vez a
lomos de una motocicleta.
Doudécimo en la general final, con setenta y dos puntos en su
haber, en el 2004 asaltará la cúspide con todas las garantías de
éxito posibles. Toda vez que renovará su compromiso con el Caja
Madrid Derbi Racing Team, lo tiene todo para triunfar, incluido un
carácter arrollador, impulsivo y que le convierte en un chico con
gancho dentro y fuera de la pista.
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