A medida que el torneo avanza, que las jornadas se consumen, el
Mallorca parece cada vez más cadavérico. El efecto que suele
acompañar la llegada de un nuevo entrenador es en el fútbol cada
vez más efímero, como si los jugadores ya se hubieran acostumbrado
a tanto meneo. Un par de jornadas de brío, un manojo de resultados
notables y una mejora tangible en la actitud. Los futbolistas de
hoy en día están dispuestos a regalar poco más. En esas, Cúper se
ha encontrado un vestuario que reaccionó en Sevilla, en Zaragoza,
acaso ante el Numancia. Pero poco más. La remontada ante los
sorianos en Son Moix agotó el tiempo que tenía el técnico para
sacar al equipo del fango, lugar en el que anda metido ahora.
Lo de ayer es preocupante. Cúper dijo al final del encuentro que
la actitud había mejorado y que el equipo había hecho cosas buenas.
Pues bien, si con una gran actitud y un fútbol acicalado (¿?) el
Mallorca pierde 4-0, es difícil imaginar lo que puede suceder
cuando el Mallorca actúe como ante Osasuna. Imagino que las
palabras del técnico persiguen un efecto balsámico en una plantilla
herida, pero no hacen sino esconder una situación que está
empezando a enojar al mallorquinismo. Si ya de por sí el hincha del
Mallorca es apocalíptico, ahora ve como ni con Cúper -Dios, para
algún consejero-, la situación mejora. Vamos, que ya son pocos los
que creen en Dios. O en los que ficharon a Dios.
Lo cierto es que el Mallorca insiste en realizar un peligroso
ejercicio: entregar la primera parte. Y claro, el rival va y le
atiza. El Athletic está en un gran momento, sí, pero también lo
estaba el Espanyol. Y Osasuna. El equipo de Cúper se ha convertido
en un chollo para los rivales, que se frotan las manos cuando les
llega la cita ante el Mallorca. Y es que el técnico de Chabas, un
apasionado del orden, ha visto como su equipo se ha convertido en
una broma de mal gusto en las últimas jornadas. Ni presiona arriba,
ni muerde en el centro del campo y ni mucho menos defiende con
sentido, algo que le ha reportado diez goles en los cuatro últimos
partidos. Con estos registros es evidente que el Mallorca se va a
ir a Segunda, ni más ni menos. Lo dijo Jorge López y lo dirá
cualquiera que tenga un cierto sentido del ridículo, del decoro.
Incluso Cúper se atrevió a advertir que la situación era crítica.
Más allá de que algunos rivales insistan en seguir perdiendo, como
el Numancia o el Málaga, y que la distancia siga siendo prudente.
Es una cuestión de sensaciones, de aromas, no de números.
El Mallorca anda, otra vez, metido en un buen lío, como hace un
puñado de jornadas cuando Floro era el inquilino del banquillo.
Tiene un déficit gigantesco y su fútbol sigue siendo pobre, muy
pobre. Nadie es capaz de construir nada interesante, falta un líder
y, sobre todo, un icono que genere ilusión entre el aficionado. Es
probable que los gestores del club inventen algo durante el parón
que sufre el torneo, que realicen alguna que otra contratación
interesante, no lo duden, pero creo que va a hacer falta algo más
para escapar de esta situación. Ya dijo Aragonés que cuesta mucho
adaptar a un jugador que cambia de país, de ciudad, de lengua y de
Liga. Pues eso, que habrá que confiarse a lo que tenemos.
Xisco Cruz
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