Okubo es felicitado por sus compañeros tras marcar el tercer gol del Mallorca. Foto: CARLOS LAGO

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Era un día reservado para los fastos de Fran y Mauro Silva, pero andaba el Mallorca muy necesitado como para ir poniendo velas a las tartas. Angustiado porque el torneo se consumía y el Levante seguía por delante, el grupo de Cúper llegó a Riazor con las urgencias de un enfermo. Por eso no le hizo ningún guiño a las celebraciones deportivistas y por eso en apenas diez minutos ya se había granjeado un excelente futuro por el partido, al que fracturó muy pronto. El Mallorca tuvo suficiente con un par de acelerones de Okubo para darse una alegría y darle un revolcón a su situación en la Liga, que ahora es algo más plácida. Ha acelerado el Mallorca en el momento oportuno, justo cuando más calentaba el sol, y ahora se encuentra por delante del Levante y a un partido de sellar la permanencia en Primera (0-3).

Tardó poco en arrearle el Mallorca al Deportivo, lo que necesitó Okubo para encontrar el espacio y tirar una carrera. Andaba el Deportivo con lágrimas en los ojos por el homenaje a Fran y Mauro Silva y el equipo de Cúper advirtió que era el momento de darle un achuchón a la cita. Okubo lanzó un desmarque hacia la derecha, rajó a Romero con un notable quiebro y puso el balón en el área, en la que irrumpió Farinós para empujar la pelota de forma placentera a la red (minuto 9). Determinante en el tramo final del torneo, el delantero japonés ha asumido una enorme cuota de responsabilidad en el equipo, que le ha convertido ahora en un icono del contragolpe.

Se acercó al gol en Pamplona, creció ante el Athletic y ayer le atizó al Deportivo, un grupo excesivamente blando de cintura para abajo. Okubo encontró un chollo en la banda izquierda, a la que calló con un esfuerzo generoso. Allí comprobó que Capdevila no cerraba y que Romero anda algo torpe como central, y decidió el nipón concederse un partidazo. Siempre se movió con sentido. Un centro desde la izquierda, prolongado con la cabeza por Víctor, encontró los pies de Arango, que largó un zurdazo escalofriante (minuto 36).

El Deportivo decidió entonces entregar las armas, pero hasta ese momento había perseguido con insistencia el empate. Moyà se pasó más de 20 minutos escupiendo remates; ahora uno de Sergio desde la frontal, que si un tiro sesgado de Víctor, que si un zapatazo de Xisco. El Mallorca había sesteado con el 0-1 -a pesar de que Pereyra estrellara un balón en el poste a la salida de un córner- y el gol de Arango actuó como bálsamo. Eso le otorgó al grupo de Cúper la posibilidad de zamparse al Deportivo al contragolpe y en eso el Mallorca actual se maneja como nadie. Okubo estuvo muy cerca del tercero tras lanzar otra zancada que dejó en cueros a Romero, pero su definición fue deficiente (minuto 39). El primer tiempo echaba el cierre con una exhibición de pegada mallorquina y con la sensación de que la permanencia ya era algo tangible.

Irureta puso a Fran sobre el tapete en el segundo acto, pero ni por esas mejoró el Deportivo, que anda en otra historia. Apenas pudo la hinchada echarse a la boca un escorzo de Luque que marchó alto, pero poco más. El Mallorca tenía suficiente con presionar bien en el círculo central y largarle pelotas a Okubo y a Víctor, que pudo lograr el tercero tras un servicio de cabeza de Arango (minuto 54). Pero era la tarde de Okubo, decidido como estaba a escapar del anonimato. El ariete japonés agradeció una entrega en profundidad de Arango, ganó por piernas a la zaga gallega y le coló el cuero a Munúa por debajo de las piernas (minuto 62).

Campano pudo marcar el cuarto poco después, pero su disparo murió a la derecha de la portería deportivista. El mallorquinismo empezaba a estar pendiente del transistor, porque el Levante seguía sin marcar y todo iba cuesta abajo. La salvación ha dejado de ser una utopía, tal y como lo fue en su día le llegada de Cúper.