El Real Mallorca espera iniciar hoy su travesía hacia la calma.
Amparado en la mejoría que ha exhibido en las últimas entregas del
campeonato, el conjunto que dirige Héctor Cúper se adentra en un
mes particularmente propicio para sus intereses con la necesidad de
aligerar su carpeta de asuntos pendientes. De aquí a final de año,
al cuadro rojillo le restan por delante siete enfrentamientos
cruciales para atravesar la frontera del miedo y culminar la gran
escapada hacia la zona templada, el lugar escogido para instalar el
campamento base en un futuro a medio plazo.
Como recordó el técnico argentino en su última rueda de prensa,
ya se ha agotado el plazo para los espejismos y comienza a ser
necesario trasladar a la realidad lo que se ha dejado intuir en las
últimas semanas. De lo contrario, el equipo volvería al kilómetro
cero del torneo y la sombra del naufragio ocultaría cualquier tipo
de avance. Además, la cita del Carranza vendrá acompañada de un
nuevo parón del campeonato, con el peligro que eso conlleva. Una
victoria dispararía las expectativas, pero una caída devolvería la
depresión a un grupo que no reacciona demasiado bien ante los
imprevistos.
Primera dificultad
La primera dificultad del camino la pondrá esta tarde el Cádiz de
Víctor Espárrago, que se va a entrometer en la ruta rojilla
dispuesto a cobrarse una ventaja que le garantice una porción de
tranquilidad en su vuelta a Primera. Los amarillos han recibido el
campeonato desde una posición totalmente opuesta a la de los
baleares y su nivel de autoestima está muy por encima del que se le
adivina a la caseta mallorquinista. Aunque su alojamiento en la
tabla sigue siendo modesto -ocupa el puesto 12 con cuatro puntos
más que el Mallorca-, la formación gaditana ha sabido conservar
intacto el entusiasmo que le ayudó a volver a Primera y ha hecho
del esfuerzo colectivo su mejor razonamiento. Si con eso no es
suficiente, los de Espárrago siempre pueden recurrir al aliento de
una afición entregada que cada quince días tiñe de amarillo las
gradas del Carranza. Si el Mallorca supera la prueba, afrontará la
etapa siguiente con el depósito rebosante de combustible.
La próxima parada le llevará a Barcelona, donde se encontrará a
un Espanyol con las uñas afiladas y hambriento de puntos. Los
blanquiazules están acusando la elevada carga de partidos que se
acumula en su calendario particular y pisarán el acelerador para
que no vuelen más puntos de su centro de operaciones.
Después de ese compromiso el Mallorca jugará el penúltimo
partido del año en casa ante otro histórico en apuros, el Athletic
de Bilbao. Con Clemente al mando de las operaciones, el cuadro
vizcaíno se ha propuesto una reforma de su manual que debe ser
apreciable durante su visita a Ciutat, por lo que se espera una
jornada cargada de pólvora. Los bilbaínos tienden a mostrarse
incómodos durante sus viajes a la Isla, pero el hecho de que ambos
se jueguen el futuro le dará al choque un carácter
imprevisible.
Si el Mallorca continúa progresando se someterá a una prueba de
altura que en el caso de ser positiva podría catapultarle a una
altura desconocida ultimamente. El conjunto de Cúper visitará de
forma consecutiva los campos de Alavés y Osasuna y si sale airoso
de esa reválida se habrá ganado una ración de tranquilidad que le
allanará el camino de cara a los dos últimos episodios del
2005.
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