El Mallorca se ha caído de la nube. Después de estar varias
semanas mirando hacia arriba, los de Cúper descendieron ayer varios
peldaños tras firmar otra función cargada de vulgaridad. En este
caso, la escuadra bermellona se dejó avasallar por un Espanyol que
hasta poco antes del partido tenía aspecto de cadáver, pero que
cerró la jornada más reforzado que nunca. Los isleños, auténticos
especialistas en resucitar adversarios, se desplomaron tras recibir
dos bofetones que no habían previsto y se entregaron poco antes del
descanso.
Si algo evidencia esta nueva caída en Montjuïc es la paupérrima
capacidad de improvisación de un equipo con una especial facilidad
para meterse en líos (2-0). Le costó mucho al Mallorca cogerle el
tono al partido. El conjunto balear decidió comportarse como un
perfecto invitado y le cedió la bola al Espanyol para que fuera el
once catalán el que rompiera el hielo en los minutos de tanteo. Los
locales, en cambio, tampoco aceptaron demasiado bien el
ofrecimiento del rival y actuaron condicionados por la presión que
le imponían la grada y el cuadro rojillo. Sólo algún que otro amago
de Iván de la Peña iluminó el choque en esa fase, aunque fuera de
forma muy tímida.
El Mallorca trató de imponerse en el círculo central para
edificar desde ahí su juego ofensivo, pero nunca llegó a
conseguirlo del todo. Aún así, Borja fue ganando en presencia
porque el Espanyol se metía en un atasco cada vez que superaba la
línea divisoria y estuvo a punto de aprovecharlo para imponer su
gobierno. En cualquier caso, la conexión con el ataque fue en todo
momento muy pobre y las amenazas isleñas se basaron en los
lanzamientos de larga distancia del futbolista gallego.
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