Los jugadores del Mallorca protestan a Mejuto González la expulsión de Doni. Foto: ANTONIA CECILIA

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El Mallorca se ha caído de la nube. Después de estar varias semanas mirando hacia arriba, los de Cúper descendieron ayer varios peldaños tras firmar otra función cargada de vulgaridad. En este caso, la escuadra bermellona se dejó avasallar por un Espanyol que hasta poco antes del partido tenía aspecto de cadáver, pero que cerró la jornada más reforzado que nunca. Los isleños, auténticos especialistas en resucitar adversarios, se desplomaron tras recibir dos bofetones que no habían previsto y se entregaron poco antes del descanso.

Si algo evidencia esta nueva caída en Montjuïc es la paupérrima capacidad de improvisación de un equipo con una especial facilidad para meterse en líos (2-0). Le costó mucho al Mallorca cogerle el tono al partido. El conjunto balear decidió comportarse como un perfecto invitado y le cedió la bola al Espanyol para que fuera el once catalán el que rompiera el hielo en los minutos de tanteo. Los locales, en cambio, tampoco aceptaron demasiado bien el ofrecimiento del rival y actuaron condicionados por la presión que le imponían la grada y el cuadro rojillo. Sólo algún que otro amago de Iván de la Peña iluminó el choque en esa fase, aunque fuera de forma muy tímida.

El Mallorca trató de imponerse en el círculo central para edificar desde ahí su juego ofensivo, pero nunca llegó a conseguirlo del todo. Aún así, Borja fue ganando en presencia porque el Espanyol se metía en un atasco cada vez que superaba la línea divisoria y estuvo a punto de aprovecharlo para imponer su gobierno. En cualquier caso, la conexión con el ataque fue en todo momento muy pobre y las amenazas isleñas se basaron en los lanzamientos de larga distancia del futbolista gallego.